Alshain, Amazona del Águila, estaba en el Coliseo ajustándose los guantes de entrenamiento. No le había gustado nada eso de que no contasen con ella para enfrentarse a los generales marinos de Poseidón. Defender el Santuario era de lo más aburrido, sobre todo porque casi nunca se presentaban enemigos que estuviesen a la altura. Aun a pesar de estar entrenando, mantenía su cara oculta tras la máscara, para ella el código de honor de las amazonas era lo más sagrado, casi más que su lealtad a Atenea, y nadie jamás, desde que llegó al Santuario, le había visto el rostro y seguía con vida para contarlo.
Casyopea, Caballero de Bronce de Andrómeda, alcanzó a Alshain y se detuvo a su lado, para ajustarse las protecciones antes de entrar en la arena.
-Buenas tardes -saludó. Aunque el sol ya estaba a punto de desaparecer, le parecía pronto para decir buenas noches. Se recogió el largo cabello castaño en una cola de caballo.
Alshain la miró de reojo y chasqueó la lengua. No le gustaba tener "espectadores" mientras entrenaba, aunque no podía evitar que algunos aspirantes a caballero se la quedasen mirando de cuando en cuando.
-Buenas tardes... -dijo casi por obligación. Era la primera vez que se cruzaba con ella, aunque a juzgar por la intensidad de su cosmos debía ser una amazonas de bronce.
Casyopea sonrió bajo la máscara, aunque se pudo escuchar la leve risita que soltó al hacerlo, revelando su gesto. Conocía a aquella mujer de verla por el Santuario. Era su superior, así que era normal que la conociese. Aunque también era normal que ella no supiese ni que existía.
-Casyopea. Un placer -se presentó, tratando de ser amable, aunque se notaba su voz tensa todavía por el enfado con "el pato".
Alshain 6 no se giró hacia ella al escuchar su nombre y se limitó a pronunciar su propio nombre a modo de presentación.
-Alshain -no tenía tiempo de presentaciones. Si los Generales de Poseidón decidían atacar el Santuario debía estar preparada. Tenía que mejorar la velocidad y potencia de sus meteoros para hacerlos casi imparables.
Casyopea se ajustó los guantes y las protecciones y entró en la arena del Coliseo. Empezó poco a poco, para calentar, lanzando golpes y patadas al aire. Realizó algunos movimientos como si tuviese la cadena, pero sin ella. Podían quedar extraños sin el arma, pero para ella ya eran parte de la rutina y los hacía sin pensar.
Alshain había dispuesto una roca enorme y se disponía a derribarla, aunque sin utilizar su cosmos, aunque era algo tremendamente aburrido. Prefería un blanco que se moviese, que intentase, al menos, esquivar sus golpes. Fué entonces cuando bajó los brazos y se giró hacia Casyopea.
-Eh, amazona de bronce. ¿No te aburre dar golpes al aire?
Casyopea detuvo su entrenamiento, por respeto a su superior. Un hábito que había adquirido desde pequeña, cuando aparecía Dohko.
-Prefería darle los golpes al Pato, pero creo que el Maestro Dohko se molestaría conmigo por dejarme llevar por mi rabia contra un compañero -de repente se llevó la mano a la boca, sobre la máscara. Había hablado de má-. Lo siento -recuperó la compostura y la formalidad-, Sí, señora, pero está bien para calentar.
Alshain arqueó una ceja debajo de su máscara.
-¿El pato? Oh, comprendo. Supongo que te refieres al Caballero del Cisne; Sadr creo que se llama. Se puede deducir por tus palabras que no os llevais demasiado bien, aunque mi pregunta no era por él.
Casyopea bajó la cabeza un poco.
-Lo lamento, no debería hablar así de él. Por mucho que no tenga derecho... No debo comportarme como él -suspiró, al tiempo que meneaba la cabeza y alzaba la vista de nuevo-. ¿Le apetece pelear?
-Ahora hablamos el mismo idioma. Veo que me has entendido sin tener siquiera que proponertelo -se puso en guardia y sonrió bajo su máscara. Procuraría no emplearse a fondo del todo, pero al menos la amazonas de Andrómeda le pondría en más dificultades que una roca-. Aunque te propongo un entrenamiento; a ver si eres capaz de pelear contra mí mientras tu mente está en ocupada contandome lo que te ha sucedido con el Cisne.
Casyopea asintió y alzó la guardia, protegiéndose con la izquierda, la derecha un poco más adelantada, separó los pies para tener más superficie de apoyo y mejorar su equilibrio.
-No hay mucho que contar. Es idiota.
-Vamos, vamos, por algo te parecerá un idiota -dijo para distraerla y atacó derrepente lanzando su puño contra la mejilla derecha de Casyopea. Aquello tambien servía de entrenamiento para ella, ya que debía mantener la mente ocupada en escuchar su historia y, al mismo tiempo, en protegerse y atacar.
Casyopea detuvo el golpe y retrocedió un poco para poder lanzar una patada por el lateral izquierdo.
-Según él ninguna de las dos debería vestir una armadura. Por ser mujeres.
Alshain alzó la mano izquierda y paró el golpe, agarrándole la pierna.
-Primera lección, Casyopea de Andrómeda. No des una patada alta a menos que estés segura de que tu oponente no pueda agarrarte la pierna -aprovechó aquella posición y, girando sobre sí misma, lanzó una patada con su pierna izquierda.
Casyopea se dejó caer hacia atrás, rodando por el suelo y arrastrando con ella a Alshain, que tenía cogida su pierna y estaba desequilibrada al darle la patada. Le dolió el golpe, pero así pudo liberarse de su ataque.
-Lo tendré en cuenta la próxima vez -afinrmó mientras se levantaba de nuevo.
Alshain se incorporó de nuevo y volvió a ponerse en guardia.
-Lo de Sadr es imperdonable. Habría que darle una buena lección, pero quiero que me lo cuentes más detalladamente o nuestro combate va a durar muy poco.
Casyopea ladeó la cabeza hasta que le crujió el cuello.
-Tsk. Deberíamos, pero mi maestro me ha prohibido expresamente entrar en batalla. Además, saldrían asuntos personales y es mejor no solucionarlos a golpes. O lo mato.
-Vaya, confías mucho en tus posibilidades. Haces mal subestimando al caballero del Cisne, más aun siendo alumno de quien es -sonrió de nuevo. Por sus palabras dedujo que, si de ella dependiese, acabaría con su vida sin pensarselo dos veces, aunque quizás se equivocaba.
-No le subestimo. Al menos yo no pienso de él que tiene su armadura por acostarse con un superior -ya lo había soltado, sin pensar demasiado, pues tenía su atención puesta en los movimientos de Alshain, esperando su siguiente ataque.
-¿Te ha dicho que tienes una armadura de bronce por acostarte con el Caballero de Piscis? - soltó una carcajada-. Ese desgraciado no debe conocer nada bien a Albafika. ¿Vás a atacar de una vez o es que necesitas tus cadenas?
Mientras tanto, Sadr se acercaba al Santuario para entrenarse tambien. No creía que nadie fuese tan tonto como para atacar el Santuario con 9 Caballeros de Oro defendiendolo.
Casyopea se lanzó al ataque, encadenando puños y patadas, pero no a toda su velocidad, sólo era un entrenamiento.
-Según él, sí. Soy una zorra que se acuesta con Albafika sólo para ascender en el escalafón. Como si Albafika fuese fácil de tratar.
Alshain ya estaba acostumbrada a la velocidad de sus propios meteoros, aunque no estaba acostumbrada a detener y esquivar golpes. Al menos en Casyopea había encontrado a una compañera de entrenamiento.
-Bueno, para tí será más fácil que para el resto de nosotros. Al menos contigo no será tan antisocial.
Sadr irrumpió en el Coliseo y vió a lo lejos a ambas amazonas entrenandose, reconociendo los cosmos de Alshain y Casyopea, y chasqueó la lengua.
-Maldita sea. Otra vez ésa aquí. Parece que el destino quiere que nos enfrentemos -escupió a un lado.
Casyopea soltó una carcajada.
-¡Ja! Todavía le queda mucho entrenamiento. A veces me da la sensación de que no se acuerda de que existo -aunque sabía que no era así, porque se lo había demostrado con creces, el Santo de Piscis seguía siendo muy reservado. Tan concentrada estaba en Alshain y su conversación, que no se fijó en la llegada de Sadr.
Alshain notó el cosmos de Sadr y se despistó un instante, lo que provocó que uno de los golpes de Casyopea le rozase la mejilla.
-Maldita sea... ¡Ataque de Meteoros! -contraataco, aunque en realidad estaba molesta consigo misma por haber encajado un golpe así.
Sadr se asomó al escuchar a la amazonas del Aguila gritar de aquella manera.
Casyopea elevó su cosmos y se hizo a un lado. No llevaba armadura y se enfrentaba a un Santo de Plata. Encajó un par de golpes que la hicieron hincar una rodilla en el suelo. Contraatacó con lo único que podía sin su cadena:
-¡Tormenta nebular! -Por supuesto, no con todo su potencial. Estaban entrenando con las manos desnudas y ambas debían controlarse.
Alshain se cubrió el rostro con los brazos y echó un pié hacia atrás para evitar que aquella tormenta de cosmos la arrastrase hasta lanzarla por los aires.
-No está nada mal. Ahora entiendo por qué Dohko y Albafika se fijaron en tí.
-Si, no está nada mal para ser una mujer, se podría decir -interrumpió el Caballero del Cisne-. Ya solo falta echaros barro y sí que sería un espectáculo digno de ver -se cruzó de brazos.
Casyopea se irguió, chasqueando la lengua con fastidio. Se pasó la mano por el pelo, apartándose un mechón que se había escapado de su coleta. Resopló bajo la máscara.
-Claro. Y ligeras de ropa, para que puedas babear a gusto -contestó, para luego añadir un-: Imbécil -que sólo Alshain podría escuchar.
-¿Babear? ¿Contigo? La verdad es que las furcias no me atraen lo más mínimo. Lástima que esto no sea un combate serio, así podría disfrutar como esa amazonas de plata te quita la vida.
-Vaya, Sadr, supongo. Ha llegado hasta mis oidos lo que andas diciendo de las amazonas y, ¿sabes? Creo que mereces una lección ejemplar -dijo Alsahin acercándose al Caballero del Cisne, el cual tragó saliba al escucharla mencionar la expresión "lección ejemplar".
-Sí, porque tú no podrías ni intentarlo -espetó. No añadió nada más, al intervenir Alshain. ¿Lección ejemplar? Dudaba que sirviese de algo.
Alshain quería comprobar hasta donde llegaba el odio de Casyopea por Sadr y lo averiguaría a toda costa.
-Ya me he cansado de tus insultos a las amazonas, caballero del cisne. Adios -echó su puño hacia atrás y le propinó un golpe que le atravesó el pecho.
Sadr abrió sus ojos de par en par y se desplomó de espaldas en el suelo mientras la luz de sus ojos desaparecía poco a poco.
-Hay cosas que no puedo soportar. Ya me disculparé ante el Patriarca y ante Degel de Acuario -sentenció la amazona de plata.
-¡¡Sadr!! -bajo las máscara, los ojos de Casyopea casi salieron de sus órbitas. Se acercó rápidamente hacia el Cisne para comprobar si realmente estaba muerto. Arrodillada junto a él, miró a Alshain-. Pero... ¿Qué ha hecho??
-Quitarnos un estorbo de encima. Lo malo es que ahora hay que enterrarlo. Maldita sea. Bueno, se acabó el entrenamiento. Ah, y ... -se giró hacia Casyopea- de esto ni una palabra a nadie, y menos aun a Albafika -levantó a Sadr del suelo y comenzó a alejarse de la amazonas de Andrómeda.
Casyopea se levantó de nuevo.
-No puedo permitirlo. Sadr sería todo lo idiota que quiera, pero era un Caballero de Atenea. Es luchando por ella como debía morir, no atacado a traición por un aliado.
-Lo puedas permitir o no, tú eres una amazona de bronce y yo de plata. Es al Patriarca a quien debo dar explicaciones, no a tí y será él quien decida. Ahora si me disculpas ... -prosiguió su camino. No había tiempo que perder.
-Lo lamento, pero no puedo. Sadr no es precisamente mi amigo, pero mi maestro me enseñó que todo aquel que lucha por Atenea es mi compañero de armas. Y a un compañero no se le deja morir así.
-Ya no puedes impedir su muerte. Vamos, marchaté, como te he dicho antes, soy tu superior. No me hagas tener que hablar con Dohko de Libra de esto -recostó a Sadr en un hueco y empezó a echarle tierra encima.
Casyopea la tomó de la muñeca y la detuvo.
-Se merece al menos un funeral digno. Es un Caballero de Atenea.
Ya lo tenía casi cubierto del todo.
-¿No me has oido? He dicho que te marches de una maldita vez. Será el Patriarca quien decida eso y, si así lo considerase, el castigo que ha de imponerme por mi falta, y no un caballero de bronce - estaba empezando a perder la paciencia.
-Muy bien. Entonces suba a la Cámara y hable con él. Pero un caballero de Atenea se merece que se le vele al menos una noche y se le dé un funeral, no ser enterrado sin más, sin siquiera encomendar su alma a la diosa o darle unas monedas para el barquero.
-Eso lo haré yo misma si es lo que te preocupa, pero lo haré a solas. No me obligues a tener que echarte de aquí por la fuerza, Casyopea de Andrómeda -dijo sin mirarla y en un tono visiblemente irritado.
-¿Tengo su palabra? ¿Su palabra de Caballero?
-Te prometo que, llegado el momento y, si el Patriarca lo considerase así, tendrá un funeral digno, pero ahora no puedo dejar el cuerpo de Sadr tirado por ahí, ¿comprendes? Vamos, márchate -continuó cubriendole.
Casyopea le sostuvo la mirada un instante más. No se marchaba convencida, pero tampoco podía hacer otra cosa. De todos modos, hablaría con su Maestro de lo ocurrido. Le dio la espalda y se marchó.
Alshain esperó a dejar de sentir el cosmos de Casyopea y desenterró unicamente la cara de Sadr.
-Vamos, despierta niñato -dijo en voz baja mientras le golpeaba la cara con la palma de las manos para que volviera en sí.
Sadr abrió los ojos poco a poco, aunque no podía levantarse porque Alshain estaba en cuclillas sobre él .
-¿Q... Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí?
-Calla y escucha. Lo de antes ha sido solo un aviso. Vuelve a comportarte así en presencia de una amazonas y te prometo que lo que no vivirás para contarlo, ¿entendido?
Sadr asintió algo asustado. Alshain había usado su Puño del Cometa Vacío, creando una ilusión en la que parecía que hería mortalmente a Sadr para engañar a ambos. Quizás eso arreglaría las cosas entre ellos, aunque al menos ya había descubierto que Casyopea no deseaba, en el fondo, matar a Sadr por sus sucias palabras.
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