viernes, 25 de enero de 2013

CF I. Cadenas contra colmillos.


Para él, Casyopea sólo era una aspirante a amazona más, una discípula de Dohko de Libra con la que había cruzado unas cuantas frases en Rodorio. Para ella, Albafika era un superior, un hombre al que admiraba por su poder, por su integridad, por ser la última defensa del Santuario. Siempre solitario, siempre más preocupado por la seguridad de los demás.

Apenas había vestido por primera vez su armadura cuando la joven amazona se vio arrastrada a su primera misión: recuperar las armas de la Diosa, que habían sido sustraídas del Santuario por los guerreros de Odín. 
En mitad de la noche, cuando la mayoría del Santuario dormía y sólo los que estaban de guardia permanecían alerta, los Guerreros Divinos irrumpieron, atacando la Casa de Libra y el Coliseo. Las explosiones se sucedieron, las columnas temblaron y parte del templo se vino abajo, atrapando a sus habitantes en él, bajo una montaña de cascotes.
Sacado abruptamente de su sueño, el Santuario se puso en pie. Los heridos fueron rápidamente atendidos en el propio Templo de la Balanza y las fuerzas se dividieron para buscar a los responsables, sólo para constatar que habían alcanzado la Cámara del Patriarca.
Albafika se reunió con los demás Santos de Oro para organizar las defensas y la misión para recuperar las armas sustraídas de la Cámara. Allí se decidió que él partiría hacia el norte, hacia el Reino de Odín. Con él llevaría a Píntocles, caballero de bronce del Dragón, a Casyopea, amazona de bronce de Andrómeda, y Sertan, caballero de plata de Perseo.

Albafika hundió sus zapatos en la nieve despues de horas de camino. Comenzaba a amanecer y al fin habían llegado a los dominios de Asgard despues de un largo trayecto.
-Bien, ya sabeis el plan. Sin piedad hasta el Santuario de Odín, en la cima de la montaña -dijo en tono serio y vistió su armadura de Piscis; estaba listo para la batalla.
Casyopea sacó su armadura y se la puso. Ahora sí que estaba nerviosa. 
Sertan hizo lo mismo con la armadura de Perseo. Colocó su escudo en su brazo y miró a Albafika. 
-Listo. Nosotros iremos por la derecha -aún no les habían dicho cómo iban a separarse.
-Está bien -asintió Albafika-. Llevaté a Casyopea contigo y yo iré con el caballero del Dragón por la izquierda, pero no permanezcáis juntos todo el rato. Separaos despues de un par de kilómetros; tenemos que cubrir la mayor parte del terreno posible -ordenó. 
Píntocles tragó saliba y pasó por delante de Casyopea para acompañar a Albafika.
-Buena suerte. Nos vemos arriba -le susurró con confianza y dedicandole una sonrisa.
Casyopea cogió la mano de Píntocles al paso y la apretó con suavidad, casi con ternura. 
-Te estaré esperando arriba, Dragoncito. No tardes demasiado -sonrió, aunque él no podía verlo tras la máscara que Dohko le había regalado y, tras lanzar una última mirada a Albafika, siguió a Sertan por el camino de la derecha.

Mientras tanto, Rinfel de Alioth observó a lo lejos como se acercaba un caballero de armadura rosada y sonrió. Los caballeros de Atenea no habían tardado en llegar, aunque se irían con las manos vacías o acabarían sepultados bajo la blanca nieve de Asgard.
Casyopea avanzó poco a poco por la nieve. Hacía apenas unos minutos que se había separado de Sertan. Él había ido escalando una pared de piedra, mientras ella continuaba por el camino más accesible. Su cadena empezó a moverse, inquieta, percibía algo.
Rinfel comenzó a bajar por la ladera cubierta de nieve para encontrarse con aquel caballero. Le vendría bien desentumecer los músculos despues de tanto tiempo de inactividad, ya que Dys y Emim habian sido los que habian robado la Égida y la lanza de Atenea del Santuario.
Casyopea acarició la cadena y miró a ambos lados. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Por qué se ponía así? Su Maestro le había dicho que reaccionaría cuando hubiese enemigos cerca, pero ella no veía a nadie allí.
Rinfel dió un salto y aterrizó a pocos metros de aquel caballero y sonrió, aunque se sorprendió al ver que llevaba una especie de máscara inexpresiva. 
-Vaya, así que finalmente los Caballeros de Atenea habeis venido a Asgard, ¿eh? -dijo, poniéndose en guardia. No llamaría a sus lobos por el momento.
Casyopea alzó la guardia, la cadena vibró como loca al elevar su cosmos. Estaba asustada, pero no dejaría que se viese. 
-Los Caballeros de Atenea lucharemos siempre por defender a nuestra Diosa -esperaba que su voz no hubiese sonado demasiado a niña.
Rinfel arqueó una ceja un momento y luego sonrió confiado. 
-¿Una mujer? ¡Qué decepción! Esperaba a un guerrero poderoso y me encuentro a una muñequita de trapo. En fin, tengo una misión que cumplir y tú debes morir.
Casyopea frunció el ceño. ¿Muñeca de trapo? ¡¡Que ella había peleado por su armadura!! ¡Que había aprendido nada menos que con Dohko de Libra!! 
-Esta muñequita es tan caballero como los demás -la cadena empezó a arrastrarse a su alrededor.
Rinfel observó el movimiento de su cadena. Había oido hablar de que la cadena de Andrómeda era un arma que funcionaba igual como defensa que como ataque, aunque no dejaría que aquello le intimidase. 
-Vamos, ataca, muñequita de trapo del Santuario -dijo burlándose.
Casyopea lanzó la punta de la cadena contra Rinfel, en linea recta, un ataque directo. Primero quería tomarle un poco el pulso. No le gustaba que la llamase muñeca de trapo, aunque si eso servía para que se confiase y bajase la guardia, perfecto.
Rinfel se agachó, por lo que la cadena pasó por encima de su cabeza-
-Demasiado lenta, muñequita de trapo -Rinfel lanzó un ataque desde aquella posición-. ¡Garra del Lobo! -al instante, de su mano parecian salir rayos de color violeta, aunque en realidad eran puñetazos asemejados a las garras de los lobos, los cuales ocasionarían heridas profundas en Casyopea si la alcanzaban.
Casy levantó la defensa de la cadena de Andrómeda, aunque algún golpe sí que se escapó y la sangre comenzó a brotar de su brazo izquierdo. Se llevó el derecho a la herida y emitió un quejido. Era mujer, después de todo, podía soportar el dolor, pero iba a quejarse. Sobre todo cuando ya hubiese pasado todo y se reencontrase con sus compañeros. 
-Cadena nebular -atacó de nuevo, esta vez dejando que la cadena buscase a su enemigo.
Rinfel intentó zafarse del ataque, pero fué inútil y salió despedido unos cuantos metros, dando una voltereta en el aire y cayó de en cuclillas. Se limpió un hilillo de sangre que le salía de la comisura de los labios.
-Vaya, no eres tan mala despues de todo.
-Subestimarme es un error. No he ganado esta armadura recogiendo flores, Guerrero Divino. En el Santuario no regalan las cosas por ser mujer, al contrario, se nos exige tanto o más que a cualquier hombre.
-Eso carece de importancia -dijo saltando hacia arriba y subiendose a un saliente de la montaña. El guerrero de Alioth colocó su pulgar y su índice en su boca y silbó con todas sus fueras. En pocos segundos, el valle estaba plagado de lobos hambrientos, a deducir por el líquido baboso que salía de sus fauces, los cuales miraban a Casyopea con atención.
Ella sintió la punzada del miedo una vez más. Aquellos bichos podían despedazarla. Nadie dijo nada de lobos. Tenían colmillos y garras y eran feroces y ella... Ella no era ninguna Caperucita. Extendió la cadena a su alrededor para aumentar su defensa y lanzó de nuevo el otro extremo contra Rinfel.
Rinfel se apartó de la trayectoria de la cadena y la agarró con su mano derecha.
-Es inútil -miró a los lobos-. ¡A por ella, mis pequeños! -gritó con fuerza y los lobos se lanzaron contra Casyopea con la intención de hacerla pedazos y convertirla en su desayuno.
Casy tiró del brazo izquierdo y la cadena ondeó a su alrededor, como su fuese un mar de metal, golpeando a cada animal que intentaba acercarse. 
-No envíes a subordinados y pelea tú. Cobarde. ¿O es que eso es lo único que saben hacer los Guerreros Divinos de Odin?
Rinfel apretó los dientes al ver como sus fieles compañeros eran repelidos con fuerza por aquella cadena, así que tiró de la cadena que tenía con fuerza para hacerla perder el equilibrio y la concentración. Quizás así el ataque de los lobos fuese más efectivo y le permitiese librarse de ella de una vez.
Casyopea cayó, desequilibrada por el tirón de Rinfel. Aún no tenía experiencia ni recursos suficientes. Su cosmos se desestabilizó y la cadena dejó de ondear, permitiendo a los lobos acercarse. La voz de la muchacha arrancó ecos de la montaña cuando sintió los colmillos hendir su carne en aquella zona que no cubría la armadura.
Rinfel se echó a reir contemplando tan horribles imágenes y saltó del saliente hacia el valle de nuevo, quedando, sin darse cuenta, a un par de metros del borde del barranco y silbó de nuevo para que los lobos se detuvieran. 
-¿Aún crees que podrás ganarme con semejantes heridas, muñequita de trapo?
Casyopea se apoyó en el suelo para levantarse. Las hombreras de su armadura se aflojaron y cayeron. La cadena quedó inerte en el suelo. Con bastante trabajo, se puso en pie. 
-Puedo, y lo haré, aunque me deje la piel en el intento. Un caballero de Atenea nunca se rinde.
-Que bonitas palabras. Jamás he tenido que matar a una mujer, aunque alguna vez tenía que ser la primera -dijo poniendose en guardia y preparó su siguiente ataque, aunque se lo pensó mejor-. No, espera... Quiero ver de lo que eres capaz sin esas estúpidas cadenas -sonrió confiado.
Casyopea sonrió bajo la máscara. Dohko no le había enseñado a dominar la cadena por falta de tiempo, pero sí le había mostrado como dominar su cosmos.
-No te lo aconsejo -en un instante, hizo estallar su cosmos, viéndose envuelta en un aura rosada-. Tormenta nebular.
Rinfel se vió sorprendido por aquel inmenso cosmos y, aunque intentó mantenerse con los pies en el suelo, aquella gran ventolera lo levantó en el aire, lanzándole sin remedio hacia el profundo barranco. 
-¡Maldita seaaaaaas! -gritó desesperado mientras caía. El guerrero divino se había despeñado barranco abajo, decidiendo así el combate del lado de Casyopea.
La muchacha se quitó la máscara y se limpió las lágrimas. A pesar de haberlo intentado, su cadena no había podido alcanzar a Rinfel antes de que se despeñase. Ella no quería matarle, únicamente necesitaba pasar y reunirse con sus compañeros. Pero ser Caballero de Atenea no era un camino de rosas y lo estaba aprendiendo a golpes. Continuó avanzando, todo lo rápido que podía.

Mientras tanto, lejos de ella, en la otra parte del Santuario de Asgard, alguien observaba el avance del caballero de oro. Hegan, guerrero divino de Beta, se dispuso a cortarle el camino.

martes, 22 de enero de 2013

GS V. Llegada al Reino Submarino III. Albafika de Piscis.


Shion miró una última vez hacia la entrada de la Casa de Aries antes de seguir descendiendo hacia el Coliseo. Allí iban a reunirse para partir hacia el Reino Submarino. Y allí había citado él a los Santos que le acompañarían. Ya ve las columnas y las gradas a lo lejos. ¿Será el primero en llegar? Lo duda, es casi la hora acordada.
Degel había mantenido una conversación con sus alumnos nada más salir de la reunión con su diosa y el gran patriarca, había sido breve pero concisa, ambos permanecerían en la casa de Acuario en su ausencia y si no uno, estaría el otro, como mejor quisiesen pero siempre debía haber alguien. Tras aquello bajó a avisar a los caballeros que lo acompañarían en aquella empresa que aunque no fuese partidario de dejarlo entrever, le preocupaba. ¿Por qué atacaba ahora Poseidón al santuario? en sí el mayor enemigo de éste era el dios Hades y por suerte este aun no había resurgido, por el bien de todos esperaba que eligiese otro momento para hacerlo, y no aquel. Una vez avisó a los dos caballeros de plata y los dos de bronce que le acompañarían, puso rumbo hacia el coliseo, aquella era la zona acorada para verse antes de partir y hacia esta se dirigía con aquellos cuatro caballeros.
Albafika estaba de brazos cruzados y con rostro serio, esperando en el Coliseo a los pies del Santuario. Estaba solo, había decidido no llevar a nadie consigo. Aparte del veneno de su sangre, prefería no tener que salvarle el culo a ningún caballero de bronce durante la batalla. Habría llevado a Casyopea gustosamente, pero ella un no había llegado de su misión. La armadura de piscis reflejaba la luna llena y comenzaba a hacer frío en aquel lugar. "Espero que no tarden en llegar" pensó. Quería zanjar aquel asunto cuanto antes y lo que le había contado Manigoldo acerca de las dos amazonas le habían dado un extra de motivación para enfrentarse a los Generales Marinos.
Shion saludó a los caballeros presentes al llegar al punto de encuentro. León menor, Lince y Perseo ya estaban allí. Y Yuzuriha y Yato lo estarían en unos momentos, pues ya se les oye subir por las gradas del Coliseo. Lleva a los mejores, bajo su criterio, para pelear a su lado.- ¿Al final vas a ir solo, Albafika? ¿Estás seguro? Podemos esperar unos minutos si quieres. Si no, en cuanto llegue Degel con sus caballeros, nos pondremos en camino-.
Breves minutos después de que Shion llegase al coliseo con los caballeros que eligió le acompañasen, llegó el caballero de Acuario con los suyos.- Al final es cierto que vas solo -. No, no era una pregunta, era más bien una afirmación que se hacía a sí mismo al verle sin nadie a su lado, y para qué mentir, había pensado que a lo mejor cambiaba de idea. Al parecer no, si algo caracterizaba a Albafika, es que era de ideas fijas. Dirigió una mirada Shion de Aries viendo que tampoco iba solo.
Albafika, sin cambiar lo más mínimo su semblante y sin mirar a ninguno de sus compañeros respondió.- Si, iré solo. Tal y como dije en la reunión no quiero ser la niñera de nadie en esta batalla -. Estaba convencidísimo de su decisión y nadie le haría cambiar de idea. - No hay tiempo que perder - prosiguió - mientras antes zanjemos este asunto, mucho mejor. Solo espero que vosotros no os arrepintáis de llevar a quien lleváis - se descruzó de brazos y miró a ambos Santos de Oro.- Bien, ¿nos vamos? - se estaba impacientando.
Shion suspiró. No tenía caso discutir. Cada uno había tomado su decisión y él no era quién para cuestionarlas.- Si estamos todos listos, podemos irnos -. Él sería el encargado de llevarles a todos al reino submarino, por su capacidad para teletransportarse.- Agarraos unos a otros y no os soltéis. No quiero perder a nadie por el camino -. Era una medida innecesaria, pues podía moverles de forma individual, pero así le resultaría más sencillo, al mover sólo un bloque de personas y no por partes.
Por su parte Degel tomó la mano de June de Camaleón, y Agora de Lotus, éste tomó la de Spika mientras que June se sujetó de la del caballero de la Osa Mayor Geki y así iban uniendo manos con sus demás compañeros tal y como pidió el santo de Aries. El viaje iba a dar comienzo, no tardarían mucho en llegar allí para luego dirigirse cada uno hacia el pilar elegido para enfrentarse a aquellos generales que tal vez les esperasen.
Yato enlazó su mano con la de Yuzuriha, ésta con Lince, Lince con Perseo, Perseo, con Camaleón, cerrando el círculo. Shion los miró a todos, en un rápido barrido y concentró su cosmos, para que se fuese extendiendo alrededor de sus compañeros.
Albafika chasqueó la lengua y se acercó a Shion, poniendo una mano sobre su hombrera y limitándose a esperar.- Cuando quieras, Shion. Estamos preparados -. Miró de reojo a los caballeros de bronce y plata allí reunidos, temiendo por sus vidas, aunque convencido de que darían lo mejor de sí mismos para salir victoriosos de sus combates.
Cuando el dorado cosmos del Carnero Blanco rodeó a los demás Caballeros, el lemuriano cerró los ojos, concentrado en su destino, los dominios del Dios del Mar. En su mente visualizó un lugar concreto del Santuario Submarino, lo suficientemente lejos de los pilares para resultar seguro. Y de repente, con un destello, ninguno estaba ya en el Santuario.
El caballero de Acuario liberó aquellas manos que había tenido sujetas durante aquel breve viaje una vez que se vió en el reino submarino, aquello más en serio no podía ir, el dios de los mares había roto la paz de la que hasta ahora habían disfrutado, no comprendía el motivo de aquello, no tenía ni pies ni cabeza. ¿Simplemente sería el acto de un poderoso dios aburrido? A saber, ellos estaban allí para cumplir su misión y una vez que llegasen ante aquel dios, tal vez podría obtener la respuesta de aquella cuestión que le rondaba la mente. Daría lo mejor de sí mismo y estaba seguro que todos sus compañeros harían lo propio.- Llegó la hora de separarse -. Al decir aquello, los caballeros que iban con él dieron un paso más hacia el dorado caballero de Acuario, éste, a su vez, miraba a Shion y a Albafika.
Albafika apartó la mano de la hombrera de Shion y asintió a Degel.- Así es. Buena suerte a todos y, tal y como dijo Manigoldo, no se os ocurra morir aquí abajo - esbozó una leve sonrisa en su rostro, algo poco habitual en el Santo de Piscis.- Sed precavidos y, si alguien se encuentra en apuros, que eleve su cosmos al máximo y evite hacerse el héroe - dijo volviendo a su semblante serio habitual, y sin más dilación, abandonó a sus compañeros, dirigiéndose hacia el Este.
Por Atenea - dijo Shion para desear buena suerte a sus compañeros. Miró significativamente a Yuzuriha y ésta asintió, quedándose rezagada con Yato, mientras Shion se dirigía con los demás hacia el Pilar que había elegido como primer objetivo.
Por atenea - repitió Degel con su tono de voz calmado aunque serio. Comenzó a caminar viendo que Yuzuriha y Yato parecían tardar en echar a andar, tal vez Shion tendría algo planeado, si era así no iba a ser él quien se lo cuestionase.
El Santo de la duodécima casa avanzaba solo hacia el pilar del Atlántico Sur. Su misión, por llamarlo de algún modo, no era derribar dicho pilar, nisiquiera eliminar a su guardian, tan solo tenía que reunir información del por qué del ataque de Poseidón al Santuario de aquella manera tan vil y despreciable. Le resultaba de lo más curioso el tener aquella masa oceánica sobre su cabeza y, aun más raro, estar completamente seco en el Reino Submarino. A decir verdad, le hubiese gustado haber llevado consigo a Casyopea, pero ya era tarde para lamentarse por no tenerla allí abajo consigo. Ya podía ver el pilar a lo lejos y se concienció para hacer frente al más que probable combate que le esperaba; los Generales de Poseidón no eran precisamente conversadores.

domingo, 20 de enero de 2013

GS VI. Mientras tanto, en el Santuario... V.


Alshain, Amazona del Águila, estaba en el Coliseo ajustándose los guantes de entrenamiento. No le había gustado nada eso de que no contasen con ella para enfrentarse a los generales marinos de Poseidón. Defender el Santuario era de lo más aburrido, sobre todo porque casi nunca se presentaban enemigos que estuviesen a la altura. Aun a pesar de estar entrenando, mantenía su cara oculta tras la máscara, para ella el código de honor de las amazonas era lo más sagrado, casi más que su lealtad a Atenea, y nadie jamás, desde que llegó al Santuario, le había visto el rostro y seguía con vida para contarlo.
Casyopea, Caballero de Bronce de Andrómeda, alcanzó a Alshain y se detuvo a su lado, para ajustarse las protecciones antes de entrar en la arena. 
-Buenas tardes -saludó. Aunque el sol ya estaba a punto de desaparecer, le parecía pronto para decir buenas noches. Se recogió el largo cabello castaño en una cola de caballo.
Alshain la miró de reojo y chasqueó la lengua. No le gustaba tener "espectadores" mientras entrenaba, aunque no podía evitar que algunos aspirantes a caballero se la quedasen mirando de cuando en cuando. 
-Buenas tardes... -dijo casi por obligación. Era la primera vez que se cruzaba con ella, aunque a juzgar por la intensidad de su cosmos debía ser una amazonas de bronce.
Casyopea sonrió bajo la máscara, aunque se pudo escuchar la leve risita que soltó al hacerlo, revelando su gesto. Conocía a aquella mujer de verla por el Santuario. Era su superior, así que era normal que la conociese. Aunque también era normal que ella no supiese ni que existía.
-Casyopea. Un placer -se presentó, tratando de ser amable, aunque se notaba su voz tensa todavía por el enfado con "el pato".
Alshain 6 no se giró hacia ella al escuchar su nombre y se limitó a pronunciar su propio nombre a modo de presentación. 
-Alshain -no tenía tiempo de presentaciones. Si los Generales de Poseidón decidían atacar el Santuario debía estar preparada. Tenía que mejorar la velocidad y potencia de sus meteoros para hacerlos casi imparables.
Casyopea se ajustó los guantes y las protecciones y entró en la arena del Coliseo. Empezó poco a poco, para calentar, lanzando golpes y patadas al aire. Realizó algunos movimientos como si tuviese la cadena, pero sin ella. Podían quedar extraños sin el arma, pero para ella ya eran parte de la rutina y los hacía sin pensar.
Alshain había dispuesto una roca enorme y se disponía a derribarla, aunque sin utilizar su cosmos, aunque era algo tremendamente aburrido. Prefería un blanco que se moviese, que intentase, al menos, esquivar sus golpes. Fué entonces cuando bajó los brazos y se giró hacia Casyopea. 
-Eh, amazona de bronce. ¿No te aburre dar golpes al aire?
Casyopea detuvo su entrenamiento, por respeto a su superior. Un hábito que había adquirido desde pequeña, cuando aparecía Dohko. 
-Prefería darle los golpes al Pato, pero creo que el Maestro Dohko se molestaría conmigo por dejarme llevar por mi rabia contra un compañero -de repente se llevó la mano a la boca, sobre la máscara. Había hablado de má-. Lo siento -recuperó la compostura y la formalidad-, Sí, señora, pero está bien para calentar.
Alshain arqueó una ceja debajo de su máscara. 
-¿El pato? Oh, comprendo. Supongo que te refieres al Caballero del Cisne; Sadr creo que se llama. Se puede deducir por tus palabras que no os llevais demasiado bien, aunque mi pregunta no era por él.
Casyopea bajó la cabeza un poco.
-Lo lamento, no debería hablar así de él. Por mucho que no tenga derecho... No debo comportarme como él -suspiró, al tiempo que meneaba la cabeza y alzaba la vista de nuevo-. ¿Le apetece pelear?
-Ahora hablamos el mismo idioma. Veo que me has entendido sin tener siquiera que proponertelo -se puso en guardia y sonrió bajo su máscara. Procuraría no emplearse a fondo del todo, pero al menos la amazonas de Andrómeda le pondría en más dificultades que una roca-. Aunque te propongo un entrenamiento; a ver si eres capaz de pelear contra mí mientras tu mente está en ocupada contandome lo que te ha sucedido con el Cisne.
Casyopea asintió y alzó la guardia, protegiéndose con la izquierda, la derecha un poco más adelantada, separó los pies para tener más superficie de apoyo y mejorar su equilibrio. 
-No hay mucho que contar. Es idiota.
-Vamos, vamos, por algo te parecerá un idiota -dijo para distraerla y atacó derrepente lanzando su puño contra la mejilla derecha de Casyopea. Aquello tambien servía de entrenamiento para ella, ya que debía mantener la mente ocupada en escuchar su historia y, al mismo tiempo, en protegerse y atacar.
Casyopea detuvo el golpe y retrocedió un poco para poder lanzar una patada por el lateral izquierdo. 
-Según él ninguna de las dos debería vestir una armadura. Por ser mujeres.
Alshain alzó la mano izquierda y paró el golpe, agarrándole la pierna.
-Primera lección, Casyopea de Andrómeda. No des una patada alta a menos que estés segura de que tu oponente no pueda agarrarte la pierna -aprovechó aquella posición y, girando sobre sí misma, lanzó una patada con su pierna izquierda.
Casyopea se dejó caer hacia atrás, rodando por el suelo y arrastrando con ella a Alshain, que tenía cogida su pierna y estaba desequilibrada al darle la patada. Le dolió el golpe, pero así pudo liberarse de su ataque. 
-Lo tendré en cuenta la próxima vez -afinrmó mientras se levantaba de nuevo.
Alshain se incorporó de nuevo y volvió a ponerse en guardia.
-Lo de Sadr es imperdonable. Habría que darle una buena lección, pero quiero que me lo cuentes más detalladamente o nuestro combate va a durar muy poco.
Casyopea ladeó la cabeza hasta que le crujió el cuello. 
-Tsk. Deberíamos, pero mi maestro me ha prohibido expresamente entrar en batalla. Además, saldrían asuntos personales y es mejor no solucionarlos a golpes. O lo mato.
-Vaya, confías mucho en tus posibilidades. Haces mal subestimando al caballero del Cisne, más aun siendo alumno de quien es -sonrió de nuevo. Por sus palabras dedujo que, si de ella dependiese, acabaría con su vida sin pensarselo dos veces, aunque quizás se equivocaba.
-No le subestimo. Al menos yo no pienso de él que tiene su armadura por acostarse con un superior -ya lo había soltado, sin pensar demasiado, pues tenía su atención puesta en los movimientos de Alshain, esperando su siguiente ataque.
-¿Te ha dicho que tienes una armadura de bronce por acostarte con el Caballero de Piscis? - soltó una carcajada-. Ese desgraciado no debe conocer nada bien a Albafika. ¿Vás a atacar de una vez o es que necesitas tus cadenas?
Mientras tanto, Sadr se acercaba al Santuario para entrenarse tambien. No creía que nadie fuese tan tonto como para atacar el Santuario con 9 Caballeros de Oro defendiendolo.
Casyopea se lanzó al ataque, encadenando puños y patadas, pero no a toda su velocidad, sólo era un entrenamiento. 
-Según él, sí. Soy una zorra que se acuesta con Albafika sólo para ascender en el escalafón. Como si Albafika fuese fácil de tratar.
Alshain ya estaba acostumbrada a la velocidad de sus propios meteoros, aunque no estaba acostumbrada a detener y esquivar golpes. Al menos en Casyopea había encontrado a una compañera de entrenamiento. 
-Bueno, para tí será más fácil que para el resto de nosotros. Al menos contigo no será tan antisocial. 
Sadr irrumpió en el Coliseo y vió a lo lejos a ambas amazonas entrenandose, reconociendo los cosmos de Alshain y Casyopea, y chasqueó la lengua. 
-Maldita sea. Otra vez ésa aquí. Parece que el destino quiere que nos enfrentemos -escupió a un lado.
Casyopea soltó una carcajada. 
-¡Ja! Todavía le queda mucho entrenamiento. A veces me da la sensación de que no se acuerda de que existo -aunque sabía que no era así, porque se lo había demostrado con creces, el Santo de Piscis seguía siendo muy reservado. Tan concentrada estaba en Alshain y su conversación, que no se fijó en la llegada de Sadr.
Alshain notó el cosmos de Sadr y se despistó un instante, lo que provocó que uno de los golpes de Casyopea le rozase la mejilla. 
-Maldita sea... ¡Ataque de Meteoros! -contraataco, aunque en realidad estaba molesta consigo misma por haber encajado un golpe así. 
Sadr se asomó al escuchar a la amazonas del Aguila gritar de aquella manera.
Casyopea elevó su cosmos y se hizo a un lado. No llevaba armadura y se enfrentaba a un Santo de Plata. Encajó un par de golpes que la hicieron hincar una rodilla en el suelo. Contraatacó con lo único que podía sin su cadena:
 -¡Tormenta nebular! -Por supuesto, no con todo su potencial. Estaban entrenando con las manos desnudas y ambas debían controlarse.
Alshain se cubrió el rostro con los brazos y echó un pié hacia atrás para evitar que aquella tormenta de cosmos la arrastrase hasta lanzarla por los aires. 
-No está nada mal. Ahora entiendo por qué Dohko y Albafika se fijaron en tí. 
-Si, no está nada mal para ser una mujer, se podría decir -interrumpió el Caballero del Cisne-. Ya solo falta echaros barro y sí que sería un espectáculo digno de ver -se cruzó de brazos.
Casyopea se irguió, chasqueando la lengua con fastidio. Se pasó la mano por el pelo, apartándose un mechón que se había escapado de su coleta. Resopló bajo la máscara. 
-Claro. Y ligeras de ropa, para que puedas babear a gusto -contestó, para luego añadir un-: Imbécil -que sólo Alshain podría escuchar.
-¿Babear? ¿Contigo? La verdad es que las furcias no me atraen lo más mínimo. Lástima que esto no sea un combate serio, así podría disfrutar como esa amazonas de plata te quita la vida.
-Vaya, Sadr, supongo. Ha llegado hasta mis oidos lo que andas diciendo de las amazonas y, ¿sabes? Creo que mereces una lección ejemplar -dijo Alsahin acercándose al Caballero del Cisne, el cual tragó saliba al escucharla mencionar la expresión "lección ejemplar".
-Sí, porque tú no podrías ni intentarlo -espetó. No añadió nada más, al intervenir Alshain. ¿Lección ejemplar? Dudaba que sirviese de algo.
Alshain quería comprobar hasta donde llegaba el odio de Casyopea por Sadr y lo averiguaría a toda costa. 
-Ya me he cansado de tus insultos a las amazonas, caballero del cisne. Adios -echó su puño hacia atrás y le propinó un golpe que le atravesó el pecho. 
Sadr abrió sus ojos de par en par y se desplomó de espaldas en el suelo mientras la luz de sus ojos desaparecía poco a poco. 
-Hay cosas que no puedo soportar. Ya me disculparé ante el Patriarca y ante Degel de Acuario -sentenció la amazona de plata.
-¡¡Sadr!! -bajo las máscara, los ojos de Casyopea casi salieron de sus órbitas. Se acercó rápidamente hacia el Cisne para comprobar si realmente estaba muerto. Arrodillada junto a él, miró a Alshain-. Pero... ¿Qué ha hecho??
-Quitarnos un estorbo de encima. Lo malo es que ahora hay que enterrarlo. Maldita sea. Bueno, se acabó el entrenamiento. Ah, y ... -se giró hacia Casyopea- de esto ni una palabra a nadie, y menos aun a Albafika -levantó a Sadr del suelo y comenzó a alejarse de la amazonas de Andrómeda.
Casyopea se levantó de nuevo. 
-No puedo permitirlo. Sadr sería todo lo idiota que quiera, pero era un Caballero de Atenea. Es luchando por ella como debía morir, no atacado a traición por un aliado.
-Lo puedas permitir o no, tú eres una amazona de bronce y yo de plata. Es al Patriarca a quien debo dar explicaciones, no a tí y será él quien decida. Ahora si me disculpas ... -prosiguió su camino. No había tiempo que perder.
-Lo lamento, pero no puedo. Sadr no es precisamente mi amigo, pero mi maestro me enseñó que todo aquel que lucha por Atenea es mi compañero de armas. Y a un compañero no se le deja morir así.
-Ya no puedes impedir su muerte. Vamos, marchaté, como te he dicho antes, soy tu superior. No me hagas tener que hablar con Dohko de Libra de esto -recostó a Sadr en un hueco y empezó a echarle tierra encima.
Casyopea la tomó de la muñeca y la detuvo. 
-Se merece al menos un funeral digno. Es un Caballero de Atenea.
Ya lo tenía casi cubierto del todo. 
-¿No me has oido? He dicho que te marches de una maldita vez. Será el Patriarca quien decida eso y, si así lo considerase, el castigo que ha de imponerme por mi falta, y no un caballero de bronce - estaba empezando a perder la paciencia.
-Muy bien. Entonces suba a la Cámara y hable con él. Pero un caballero de Atenea se merece que se le vele al menos una noche y se le dé un funeral, no ser enterrado sin más, sin siquiera encomendar su alma a la diosa o darle unas monedas para el barquero.
-Eso lo haré yo misma si es lo que te preocupa, pero lo haré a solas. No me obligues a tener que echarte de aquí por la fuerza, Casyopea de Andrómeda -dijo sin mirarla y en un tono visiblemente irritado.
-¿Tengo su palabra? ¿Su palabra de Caballero?
-Te prometo que, llegado el momento y, si el Patriarca lo considerase así, tendrá un funeral digno, pero ahora no puedo dejar el cuerpo de Sadr tirado por ahí, ¿comprendes? Vamos, márchate -continuó cubriendole.
Casyopea le sostuvo la mirada un instante más. No se marchaba convencida, pero tampoco podía hacer otra cosa. De todos modos, hablaría con su Maestro de lo ocurrido. Le dio la espalda y se marchó.

Alshain esperó a dejar de sentir el cosmos de Casyopea y desenterró unicamente la cara de Sadr. 
-Vamos, despierta niñato -dijo en voz baja mientras le golpeaba la cara con la palma de las manos para que volviera en sí. 
Sadr abrió los ojos poco a poco, aunque no podía levantarse porque Alshain estaba en cuclillas sobre él . 
-¿Q... Qué ha pasado? ¿Qué hago aquí? 
-Calla y escucha. Lo de antes ha sido solo un aviso. Vuelve a comportarte así en presencia de una amazonas y te prometo que lo que no vivirás para contarlo, ¿entendido? 
Sadr asintió algo asustado. Alshain había usado su Puño del Cometa Vacío, creando una ilusión en la que parecía que hería mortalmente a Sadr para engañar a ambos. Quizás eso arreglaría las cosas entre ellos, aunque al menos ya había descubierto que Casyopea no deseaba, en el fondo, matar a Sadr por sus sucias palabras.

sábado, 19 de enero de 2013

Año nuevo, Santuario nuevo.

¡¡Tachán!!

Los albañiles ya se han ido y nos han dejado el Santuario remodelado. Espero que os guste.

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