martes, 18 de diciembre de 2012

GS VI. Mientras tanto, en el Santuario... II


Asmita se mantenía en su peculiar y casi eterna posición de loto. El silencio reinaba en aquel momento en la que era su casa. La guerra había comenzado y Poseidón no era lo único que amenazaba el mundo y a su Diosa. De espaldas a la puerta, con suma tranquilidad buscaba sus propias respuestas. Algo fuera del alcance de sus conocimientos estaba pasando, pero no conseguía averiguar el qué. Suspira, pensando en ir a hacerle una visita la Diosa.
La diosa Atenea suspira, encerrada en la Cámara del Patriarca. La Guerra ha comenzado y ya no pueden detenerla, sólo librarla del mejor modo posible. Se pasea de un lado a otro, hasta detenerse junto a los amplios ventanales, pensando. Debe enviar a otros Santos fuera de su fortaleza, el Santuario. Eso implica exponerlos al peligro, a la posibilidad de no regresar. Pero confía plenamente en ellos, en su fuerza y su coraje.
-¿Preocupada? -pregunta el Patriarca, aproximándose hacia la Diosa desde detrás. Apenas se ha percibido su llega al gran salón, y acude a Atenea con una serena y tranquilizadora sonrisa.
Ella no aparta la vista de la ventana, aunque no mira nada en concreto, sólo tiene los ojos fijos en algún punto indeterminado del paisaje. Puede que incluso más lejos, en el infinito. 
-Todo esto es demasiado extraño, Sage. Poseidón nunca había atacado de esta manera. Sospecho que hay algo más tras este ataque, pero temo enviar a Caballeros fuera del Santuario y que estén lejos si la guerra nos alcanza.
-En toda guerra se corren riesgos, y por ende, se cometen errores. Debemos desplegar nuestras fuerzas para saber a qué nos enfrentamos. Además -se interrumpe para reconfortarla al ponerle la mano en el hombro, con lentitud y delicadeza-, eres la Diosa Atenea, la Diosa de la Guerra. Nadie es tan estúpido como para venir directamente a por ti. Y de hacerlo, no estás sola. Trata de despejar tus dudas y traquilízate.

Asmita- se tensa levemente, desapareciendo de su casa. Para reaparecer delante del Templo de Atenea. Abandona su postura para dejar los pies en el suelo. Con la cabeza semi gacha, sus mechones rubios movidos por el viento, enmarcan su rostro, sereno. Golpea la puerta con los nudillos:
-Asmita de Virgo se presenta -habla tras el portón. Esperando paciente.
Atenea deja salir el aire que retenía en sus pulmones. 
-Sé que tienes razón, Sage. No podemos simplemente esperar a que vengan a por nosotros. Demasiada gente podría sufrir las consecuencias -los golpes en la puerta hacen que desvíe la mirada de la ventana hacia la hoja de madera y de ahí a Sage-. Tendremos que decidir a quiénes enviamos fuera, pero eso podrá esperar unos minutos más -con ello le indicaba que diera orden de entrar a Asmita.
-Por supuesto -liberando a Atenea de la ligera presión de su hombro, se vuelve hacia la puerta con el semblante más severo y con voz grave, alienta al Santo de Virgo a pasar al interior del gran salón-. Adelante, Asmita.
Asmita empuja la puerta al escuchar la voz del Patriarca. Camina hasta quedar a un par de metros de ambos y se agacha, clavando una rodilla en el suelo, haciendo una reverencia con la cabeza.
-Mi Diosa, Gran Patriarca -saluda, respetuosamente. Para luego volver a alzarse-. Espero no importunar.
-Tu presencia siempre es bienvenida -respondió Sage, volviendo a mostrar una suave sonrisa. Con las manos en su espalda, cruzadas una sobre la otra, espera qué es lo que viene a decirles el joven Santo de Oro.
Atenea esboza una leve sonrisa de bienvenida para el Santo de Virgo. Se separa de la ventana y baja los pocos peldaños que la separan de estar a la altura del Santo de Oro. No le dice que se levante, él ya sabe que tiene que hacerlo. 
-¿Ha ocurrido algo en las 12 Casas? -pregunta abiertamente. si se trata de un nuevo ataque, no quiere andarse por las ramas.
Asmita suspira imperceptiblemente. "Mirando" a ambos. -He sentido un cosmos. Extraño -hace una leve pausa. Está seguro de que había sido así-, Ha sido demasiado breve. Apenas unos segundos. He intentado localizarlo, pero no he podido. -su tono sigue siendo paciente y sereno. Imperturbable. O al menos, eso parece.
El semblante de Sage se endurece más en lo posible. Rara vez Asmita se equivoca, y su percepción y comprensión del cosmos es admirable. Si el Santo de Virgo ha sentido una perturbación, por mínima que sea la vibración, es que algo está sucediendo. Apesadumbrado, el Patriarca deja caer despacio la cabeza, y contempla las posibilidades en silencio.
-Enviaré a Sísifo y a Manigoldo a buscar indicios en las cercanías. Si encuentran algo, lo sabremos. Mientras tanto, Asmita de Virgo, trata de encontrar la fuente de dicho cosmos. Cuanto antes sepamos a qué nos enfrentamos, antes podremos prepararnos.

Atenea pasa los ojos de Asmita a Sage. Sostiene la mirada del Patriarca un momento. Sus temores empiezan a hacerse realidad y, a pesar de ser la diosa de la guerra, nota flaquear su ánimo. Una suave oscilación de su cosmos que no pasa desapercibida para el antiguo Caballero de Cáncer. Posiblemente hasta Asmita pueda sentirlo. Sin media palabra, pues las órdenes ya han sido dadas, se dirige, seria y solemne, tratando de mantener su entereza, a la puerta que se alza tras el Trono, que lleva a aquellas estancias que sólo el Patriarca y ella visitan con asiduidad: su Templo.
-Ahora ve. Informa a Manigoldo, yo iré a avisar a Sísifo -Sage, con un suspiro en los labios, sigue con la mirada a la Diosa Atenea alejarse, y pasa por el lado de Asmita hacia las puertas del gran salón-. Desearía que no fuera más que una equivocación, pero sé que tú jamás te equivocas. Vamos, en marcha.
Asmita asiente a las palabras de Sage con un movimiento de cabeza. 
- Os informaré tan pronto sepa algo -Enfoca su rostro hacia La Diosa expulsando el aire lentamente pero no dice nada. Vuelve a centrar su atención en Sage, recibiendo las ordenes-. Entonces no me demoraré -inclina la cabeza en señal de respeto y de despedida, sopesando las palabras del Patriarca, sobre que él jamás se equivoca. Les da la espalda, saliendo por la puerta. Camino hacia la cuarta casa.



Manigoldo se encuentra apoyado en una de las columnas que sostiene el peso de su Templo, con las manos detrás de la nuca y la mirada puesta en el cielo. Allí, donde sus pensamientos se mezclan con las blancas nubes; y recuerda aquella sonrisa de niña y esos grandes ojos. Cuando se sorprende así mismo pensando en la ladrona, sacude la cabeza.
- ¡Venga ya, Mani! ¿En qué demonios piensas? ¡La guerra! ¡Eso sí es importante!
Asmita desaparece nada más salir por la puerta, apareciendo así en mitad de las escaleras que llevaban a la casa del Santo de Cáncer. Sube con total tranquilidad escuchando los murmullos del hombre, hablando consigo mismo. 
- Manigoldo - saluda, haciendo notar su presencia. Dirigiéndose hacia él. La noticia seguro lo pondrá de buen humor. Cosa que escapaba a su raciocinio.
-¿Eh? ¡Pero si es el bueno de Asmita! -El júbilo es su mejor carta en este cordial saludo, pues no está muy acostumbrado a las visitas y está cansado de darle collejas al idiota de Junkers. Y con una gran sonrisa en los labios, se acerca al Santo de Virgo apresuradamente-. ¿Qué haces aquí? Dudo que vengas a saludarme así como así. ¿A que no me equivoco? ¡Nah! Tú no vendrías a decirme un sosísimo "hola". ¿A que no?
Asmita  casi ladea la cabeza. Aquel hombre le recuerda a veces a un niño impertinente y curioso, con ganas de comerse el mundo. Y sobre todo impaciente. 
- No. Traigo noticias y una misión para ti y para Sísifo. - Se frena frente a él. En silencio. Esperando una reacción o quizás sabe que lo va a interrumpir.
Manigoldo abre los ojos hasta el punto que parece que se le van a caer de las órbitas. 
-¿Una misión? ¡Eso es incluso mejor que un "hola" tuyo! Oye, ¿por qué nunca vienes a verme? -vuelve al tema de la misión-. ¡Menos mal! ¿Tú sabes lo aburrido que es estar aquí sin hacer nada? -Habla de forma enérgica, desentumeciéndose el brazo derecho, haciéndolo girar. Luego se detiene y la sospecha asoma en su aguda mirada-. Pero eh. ¡Eh! ¿Dónde está la trampa? Porque me lo huelo. ¿Sabes? Si te envían a mandarme de misión... No será proteger a algún "santito" de Bronce. ¿No? O qué.
Asmita relaja los hombros expulsando el aire lentamente.
- Sí, una misión. He percibido un cosmos. Extraño. No he sido capaz de reconocerlo y menos aún de localizarlo. Apenas duró unos segundos. -Eso lo tiene algo desconcertado, pero su tono seguía siendo tranquilo. Y monótono. Al contrario que el de Manigoldo. Desprende energía por cada poro. Ignora una de las preguntas. - Sage os ha encomendado a ti y a Sísifo que busquéis algún indico. Alguna señal, en los al rededores. -Él tampoco sabe por qué lo habían enviado él. Ni había preguntado. Era una orden sencilla. Sin más.
-¿Buscar un dichoso cosmos que ni siquiera tú has averiguado dónde está? ¿Pero qué locura es esta...? -Se rasca la mejilla, sin acabar de comprender nada de lo que le dice el Santo de Virgo. Pero sonríe igualmente, ¿de qué sirve preocuparse por algo que posiblemente sea una tontería? Puede que algún joven de Rodorio haya despertado su cosmos, o vete a saber. ¿Qué importancia puede tener?- Y dime, así en confianza. ¿Era... poderoso?
-Si tienes algún inconveniente, háblalo con El Patriarca. -Comenta sin más. Este hombre siempre tiene alguna queja. Asiente con la cabeza ante su última pregunta. - Lo poco que pude percibir, lo era. Bastante. No se me habría escapado así como así -traga saliva manteniendo ese mar de calma que era y alza la cabeza hacia Manigoldo - No augura nada bueno.
-Así que un cosmos poderoso... ¡Jáh! -Vaya noticia, eso sí le sienta bien. Ya era hora de que le sucediera algo bueno. Que si no vas a por Poseidón, que si te vas a quedar custodiando el Santuario, que si nada de salir sin permiso, que si no se te ocurra irte a escondidas... ¡Prf!- Bien, bien... Tranquilo, partiré ahora mismo. Dale recuerdos al viejo de mi parte, ¿quieres? Y gracias por la visita.
Asmita asintió con la cabeza. Al menos el caballero no perdía el tiempo. 
- Ten cuidado. No sabemos a lo que nos enfrentamos todavía. -Decirle que no hiciera locuras sí era una pérdida de tiempo. -De nada. -Le da la espalda despidiéndose con un gesto de la mano. Él también tiene trabajo que hacer. A mitad de las escaleras, desaparece en un círculo rojizo.
-¡Tú también! -acierta a decir antes que desaparezca, y se queda con la mano alzada de la despedida. Luego se queda allí quieto, con la mano en el mentón y en la cabeza dándole vueltas la idea de buscar una posible amenaza. ¿Pero buscar dónde? ¡Si no le ha dicho dónde tiene que ir! Camina hacia la entrada al Templo de Cáncer, taciturno-. Pero si no sé dónde van a ir Sísifo y él, ¿dónde demonios voy yo? Bueno, yo voy a Rodorio. Y si me los encuentro allí, el que llega antes se queda. ¡Já! 
Y con estas palabras desaparece dando un portentoso salto hacia el cielo. ¿Un cosmos poderoso? Tiene que ser para él. No va a dejar que se le adelanten y le quiten la poca diversión que hay últimamente en el Santuario. Sage estará orgulloso de él, o eso espera. ¿Es cosa suya o el viejo está un poco gruñón estos últimos días? ¡Bah!

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