Una figura embozada atraviesa las puertas de aquella villa
costera. No demasiado grande, de gente sencilla, con casas de una sola planta
en su mayoría. Algún edificio tenía dos, o incluso tres, pero eran los menos.
Llevaba mucho tiempo viajando y no veía la hora de buscar un lugar donde
echarse a dormir. Se ocultaba bajo una capa verde oscuro que cubría hasta sus
rodillas, con capucha, de modo que no se viera su rostro ni se pudiera saber o
intuir su edad o su sexo. Y, por si acaso, cubría su rostro con una máscara
veneciana, blanca, con una figura en una mejilla, hasta perderse en la sien y
el borde de la máscara.
Se dirige, siguiendo a la mayoría de la gente, hacia la
plaza. Supone que allí encontrará algún lugar donde hospedarse. Por el dinero
no tiene problema, porque su habilidad para disfrutar de lo ajeno había crecido
con los años. Mucha práctica.
Se despoja de la máscara y la esconde entre sus ropas. No quiere
que nadie relacione aquella máscara con su rostro real. Porque necesita
mantenerse oculto, al menos hasta hacerse con la aquello que había ido a
buscar: la máscara dorada.
Aprovechaba el camino para echar un ojo a las casas y las
gentes que allí habitaban. Parecen demasiado centrados en sus propios asuntos.
Y eso le conviene, pues nadie se fijará en sus movimientos. Así, como solía
hacer en las calles de Venecia, finge un choque con un parroquiano para hacerse
con su bolsa de monedas. Susurra un leve "perdón", agravando la voz y
con un deje latino en su acento. Por su pronunciación podría notarse que era
extranjero. Tendrá que procurar no hablar demasiado para no delatarse.
Suspira, mientras levanta la vista hacia aquella montaña que
se eleva junto a la ciudad. Si no supiera que estaba allí, le habría sido
imposible dar con aquel lugar, aquellas escalinatas de piedra blanca, tallada,
que se eleva hasta perderse de vista. Los 12 templos.
¿Cuánto había pasado? ¿Cinco años? ¿Seis? No se acordaba con
exactitud. Bueno, vale, habían pasado cinco años, siete meses y trece días.
¡¡Pero es que le ha costado mucho llegar hasta allí!!
Y Venecia está demasiado lejos para haber hecho a pie la
mayor parte del camino. Ahora por fin ve delante su objetivo. Tal y como había
dicho: "Algún día te robaré la máscara". O algo así. Será divertido.
Nota cómo se le encoge el estómago de la emoción. Si por sí
fuese, ya estaría corriendo por aquellas escaleras, para conseguir su botín.
Pero no. Llevaba mucho tiempo esperando ¿Qué importa esperar un poco más?
Necesita descansar y recuperarse. Y saber cuál es el mejor modo de entrar en
aquella fortaleza. Porque aunque es un espacio abierto y diáfano, es una
fortaleza. Sólo espera no toparse con ninguno de los guardianes del lugar antes
de colarse en su interior. Nadie le conocía allí. Y seguramente los únicos que
le habían visto con anterioridad, no le recordasen. Pero merecería la pena.
Ríe al imaginar la cara que pondría el Caballero al
descubrir que en lugar de su máscara dorada, había una máscara veneciana, con
un dibujo que le dejaría claro quién era el responsable: Joker.
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