viernes, 14 de septiembre de 2012

GS II. Declaración de guerra.

Los Santos de Bronce habían avanzado rápidamente y, aunque su cosmos es débil, Shion pudo saber que seguían vivos. Allí, en el lugar al que se dirigía, el Reino Submarino, podía advertir cosmos muy elevados y agresivos que, aguardasen o no su llegada, supondrían un terrible muro para los Santos de Pegaso y de Oso.
El Santo de Aries echó a correr, porque notó como el cosmos de los caballeros de bronce descendía. Y eso no era buena señal. Al llegar junto al Pilar del Pacífico Norte, se encontró con un general apaleando a los dos santos. Era claramente superior. Aunque el Caballero de Oro no lo sabía todavía, habían sido sus subordinados los que habían atacado primero. Y su impulsividad y bravuconería habían hecho que se vieran en un aprieto.
El general del Hipocampo estaba zurrándole a esos dos bocachanclas por chulos, que había formas de hablar y hablar pero como se pusieron chulos y él quería repartir leña, se puso manos a la obra con uno, con otro y con los dos a la vez. Eran caballeros de bronce, así que no es que fuese muy complicado del todo pelear contra ellos. A veces soltaba algún comentario como burla.
-Venga, ¿eso es todo lo que sabéis hacer? Vais a lograr que me aburra -soltó una carcajada sonora, al parecer ya no se les veía tan prepotentes ni tan bravíos como hacía un rato.
Shion avanzó un poco más hasta estar a la vista del general. Desvió la mirada para ver a los Santos de bronce.
-General, creo que es suficiente.
Si no se detenía, tendría que pelear él. Y no quería. Sólo quería comprobar si de verdad las mascaras eran una declaración de guerra o había sido un hecho aislado, aunque lo dudaba.
El General miró hacia Shion, terminando de ejecutar un ataque contra uno de los mancos, pues el otro estaba en el suelo.
-Deberíais adiestrar mejor a vuestros perros de bronce, santo de oro -no se cortaba en decir aquello-, creo que les hace falta una buena paliza para aprender un poco de modales, venían muy prepotentes y mira como están -miró hacia los caballeros de bronce-; apenas sí pueden levantarse.
-Si un general de Poseidón no pudiese derrotar a dos santos de bronce que acaban de recibir su armadura, tu señor debería plantearse su seguridad -respondió con tono tranquilo, mientras avanzaba hasta situarse junto a los caballeros de bronce-. Deja que se vayan.
-¿Por qué debería dejar que se fuesen? No he oído que se disculpen conmigo. Sencillamente custodiaba una entrada y vinieron pidiendo pelea Sólo les di lo que buscaban, apártate y deja que acabe con ellos -no le había hecho gracia su comentario, pues saltó a la vista que no tenía ni un rasguño, sin embargo aquellos dos caballeros no podían decir lo mismo que él.
-Han venido como se espera que vengan dos hombres que han visto el mensaje que nos ha llegado al Santuario -las dos máscaras de las amazonas muertas y violadas con el tridente de Poseidón-. No me apartaré para dejar que les mates, mi misión es protegerles. Y la cumpliré hasta el final.
-¿Mensaje? -sonrió de medio lado, agudizando la mirada-. ¡Ah! ¿Que eran las novias de estos dos? -soltó una sonora carcajada, mirando a aquellos tres caballeros con sorna-. Pues eran unas sosas. Y, si no te apartas, correrás la misma suerte que ellas y hablo de acabar muerto, no te hagas ilusiones -frunció el ceño dispuesto a atacar a aquellos dos caballeros, y así lo hizo, creando unas ráfagas de viento las cuales iban una hacia cada uno- ¿A cuál quieres salvar?
Las ráfagas eran como remolinos que acabarían impactando en aquellos caballeros, tanto en el que estaba en el suelo como en el que seguía en pie, si es que Shion no paraba el ataque o salvaba a uno.
Shion se movió para intentar proteger a ambos caballeros con el muro de cristal, pero se trataba de un general y no pudo evitar que su ataque impactase sobre el caballero de Pegaso.
-Maldito. Esto es una declaración de guerra contra el Santuario. Y si queréis guerra, la tendréis -se encaró al general y le sostuvo la mirada-. Tú eliges. Deja que me los lleve o lucha.
-¡Uno menos! -soltó de nuevo aquella carcajada sonora al ver que el cosmos de aquel caballero se acababa extinguiendo-. ¿Dejar que te los lleves? ¿Con lo que me estoy divirtiendo? -frunció el ceño negando-. Mejor déjame que acabe con ése y después jugaré contigo, ¿o estás tan impaciente que quieres jugar ya, eh, caballero dorado?
-No he venido aquí a jugar. Pero no dejaré que profanes los cuerpos de caballeros caídos. Suficiente tuviste con las amazonas. Y pagarás por ello. Es inútil razonar contigo -iba a tener que luchar, lo sabía, así que mejor estar preparado. Se quitó la capa, para dejarla caer sobre el cuerpo de Pegaso.
-Pues ¿a qué esperas? Venga, demuéstrame qué sabes hacer, aparte de hablar.
De nuevo lanzó su soplo divino, sólo que ahora contra Shion, y con el remolino unificado, pues sólo le atacaba a él. Aquel remolino iba cargado de una gran presión de aire que impactaría con el caballero dorado si no era capaz de frenarlo.
Shion extendió las manos ante él para alzar el muro de cristal y bloquear el ataque. Estaba preparado, así que, aunque lo traspasase, no recibiría todo el daño que tendría en caso contrario.
-Necesitarás algo más contra un caballero de oro.

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