El Santo de Aries echó a correr, porque notó como el cosmos
de los caballeros de bronce descendía. Y eso no era buena señal. Al llegar junto
al Pilar del Pacífico Norte, se encontró con un general apaleando a los dos
santos. Era claramente superior. Aunque el Caballero de Oro no lo sabía
todavía, habían sido sus subordinados los que habían atacado primero. Y su
impulsividad y bravuconería habían hecho que se vieran en un aprieto.
El general del Hipocampo estaba zurrándole a esos dos
bocachanclas por chulos, que había formas de hablar y hablar pero como se
pusieron chulos y él quería repartir leña, se puso manos a la obra con uno, con
otro y con los dos a la vez. Eran caballeros de bronce, así que no es que fuese
muy complicado del todo pelear contra ellos. A veces soltaba algún comentario
como burla.
-Venga, ¿eso es todo lo que sabéis hacer? Vais a lograr que
me aburra -soltó una carcajada sonora, al parecer ya no se les veía tan prepotentes
ni tan bravíos como hacía un rato.
Shion avanzó un poco más hasta estar a la vista del general.
Desvió la mirada para ver a los Santos de bronce.
-General, creo que es suficiente.
Si no se detenía, tendría que pelear él. Y no quería. Sólo
quería comprobar si de verdad las mascaras eran una declaración de guerra o
había sido un hecho aislado, aunque lo dudaba.
El General miró hacia Shion, terminando de ejecutar un
ataque contra uno de los mancos, pues el otro estaba en el suelo.
-Deberíais adiestrar mejor a vuestros perros de bronce,
santo de oro -no se cortaba en decir aquello-, creo que les hace falta una
buena paliza para aprender un poco de modales, venían muy prepotentes y mira
como están -miró hacia los caballeros de bronce-; apenas sí pueden levantarse.
-Si un general de Poseidón no pudiese derrotar a dos santos
de bronce que acaban de recibir su armadura, tu señor debería plantearse su
seguridad -respondió con tono tranquilo, mientras avanzaba hasta situarse junto
a los caballeros de bronce-. Deja que se vayan.
-¿Por qué debería dejar que se fuesen? No he oído que se
disculpen conmigo. Sencillamente custodiaba una entrada y vinieron pidiendo
pelea Sólo les di lo que buscaban, apártate y deja que acabe con ellos -no le había
hecho gracia su comentario, pues saltó a la vista que no tenía ni un rasguño,
sin embargo aquellos dos caballeros no podían decir lo mismo que él.
-Han venido como se espera que vengan dos hombres que han
visto el mensaje que nos ha llegado al Santuario -las dos máscaras de las
amazonas muertas y violadas con el tridente de Poseidón-. No me apartaré para
dejar que les mates, mi misión es protegerles. Y la cumpliré hasta el final.
-¿Mensaje? -sonrió de medio lado, agudizando la mirada-.
¡Ah! ¿Que eran las novias de estos dos? -soltó una sonora carcajada, mirando a
aquellos tres caballeros con sorna-. Pues eran unas sosas. Y, si no te apartas,
correrás la misma suerte que ellas y hablo de acabar muerto, no te hagas ilusiones
-frunció el ceño dispuesto a atacar a aquellos dos caballeros, y así lo hizo,
creando unas ráfagas de viento las cuales iban una hacia cada uno- ¿A cuál
quieres salvar?
Las ráfagas eran como remolinos que acabarían impactando en
aquellos caballeros, tanto en el que estaba en el suelo como en el que seguía
en pie, si es que Shion no paraba el ataque o salvaba a uno.
Shion se movió para intentar proteger a ambos caballeros con
el muro de cristal, pero se trataba de un general y no pudo evitar que su
ataque impactase sobre el caballero de Pegaso.
-Maldito. Esto es una declaración de guerra contra el
Santuario. Y si queréis guerra, la tendréis -se encaró al general y le sostuvo
la mirada-. Tú eliges. Deja que me los lleve o lucha.
-¡Uno menos! -soltó de nuevo aquella carcajada sonora al ver
que el cosmos de aquel caballero se acababa extinguiendo-. ¿Dejar que te los
lleves? ¿Con lo que me estoy divirtiendo? -frunció el ceño negando-. Mejor déjame
que acabe con ése y después jugaré contigo, ¿o estás tan impaciente que quieres
jugar ya, eh, caballero dorado?
-No he venido aquí a jugar. Pero no dejaré que profanes los
cuerpos de caballeros caídos. Suficiente tuviste con las amazonas. Y pagarás
por ello. Es inútil razonar contigo -iba a tener que luchar, lo sabía, así que
mejor estar preparado. Se quitó la capa, para dejarla caer sobre el cuerpo de
Pegaso.
-Pues ¿a qué esperas? Venga, demuéstrame qué sabes hacer,
aparte de hablar.
De nuevo lanzó su soplo divino, sólo que ahora contra Shion,
y con el remolino unificado, pues sólo le atacaba a él. Aquel remolino iba
cargado de una gran presión de aire que impactaría con el caballero dorado si
no era capaz de frenarlo.
Shion extendió las manos ante él para alzar el muro de
cristal y bloquear el ataque. Estaba preparado, así que, aunque lo traspasase,
no recibiría todo el daño que tendría en caso contrario.
-Necesitarás algo más contra un caballero de oro.
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