miércoles, 19 de septiembre de 2012

LM III. Golpe de realidad.


-¡Maldito Cangrejo! ¡Mira que hacerme subir hasta arriba del todo para nada! ¡¡Se va a enterar!! –Gioca va relatando entre dientes, en su italiano natal, mientras atraviesa de nuevo las Casas más altas.
Ya ni se molesta en ocultarse. Está muy enfadada -y, por consiguiente, su cosmos se nota algo más- con Manigoldo. Si al menos hubiese podido ver a Albafika, pues mira. Pero no. Estaba de misión. ¡¡Y Manigoldo seguro que lo sabía!! Agotada de tanto peldaño -que había un buen puñado de ellos hasta llegar al Templo de Piscis-, Gioca se sienta en los escalones más altos del tramo que une Cáncer con Leo. Necesita recuperar fuerzas y que su agitada respiración se normalice antes de echarle un par de cosas en cara al italiano.
-Vaya, vaya –ya comienza a ser una costumbre de Manigoldo saludarla así. Aunque esta vez no esté tras ella, ni tan siquiera cerca. No, el Santo de Cáncer se encuentra apoyado en uno de los pilares de su templo, próximo al inicio de la escalera que va de la cuarta casa a la quinta-. Pareces molesta. ¿No? ¿Ha ocurrido algo allí arriba? ¿Ehm?
Gioca se levanta apenas lo ve, apretando los puños con fuerza, hasta que los nudillos se tornan blanquecinos. Baja, visiblemente airada, los escalones que les separan. Hasta detenerse en el tercero empezando a contar desde abajo. Así está más alta y puede hablarle "cara a cara".
-¡¡Tú!! ¡Estúpido Cangrejo arrogante y pretencioso!! -le increpa mientras baja-. Si sabías que Albafika estaba de misión ¿por qué no me lo dijiste antes de hacerme subir hasta ahí -se gira levemente para poder señalar el final de la escalera- para nada?
Manigoldo le regala la más graciosa de sus sonrisas, y con una risa a regañadientes sube el primer peldaño para estar sobre ella, donde a él gusta de estar.
-Ya te dije, niña, que habías venido desde Venecia para nada. Además, mona enterada, yo he llegado hace poco de Italia y no sé demasiado qué está ocurriendo aquí. ¡Y si lo supiera, tampoco te lo habría dicho! -vuelve a reír, porque esa cara que tiene delante es la mar de divertida. ¡Vaya que sí!- Creo que deberías tomarte las cosas con mejor humor. ¿No crees, niña?
Gioca abre los ojos y la boca por la sorpresa. ¿Italia? ¿Que ÉL ha estado en ITALIA, y ella ha tenido que hacer TODO el camino hasta allí, con lo que le había costado avanzar porque nadie le entendía -el italiano y el griego se parecen como un huevo a una castaña-, pasando hambre y aguantándose el cansancio y un montón de cosas más -no todas agradables- durante el viaje? Levanta los ojos hacia él, cargados de odio. Tanto que hasta asoman las lágrimas de rabia.
-Sí, está claro que he venido para nada. Y me tomaría las cosas con mejor humor si no tuviese que aguantar a un amago de Caballero que se cree que todo el mundo está a sus pies.
-Eh, niña. ¿Estás llorando?
Más que preocupación, lo que muestra es curiosidad. Le resulta incómodo que la gente llore por cosas mundanas. Esos ojos almendrados de la joven se han tornado cristalinos, cubiertos por una película líquida que amenaza por brotar de sus ojos al primer pestañeo.- No entiendo qué demonios te pasa.
-¡¡No estoy llorando!! -le grita, a pesar de que sí está a punto de hacerlo-. Y si lo hiciera, sería por el disgusto de haberme hecho todo el viaje aquí para ver a una persona y que no haya servido para nada. -le sostiene la mirada, haciendo verdaderos esfuerzos para no llorar. Pero no le dará ese gusto. Si a él no le importa, a ella menos.
-Uhm... -Por vez primera, no se ríe de ella. La mira fijamente a los ojos, comprobando en ellos que está siendo sincera y que realmente se siente dolida. Vaya marrón. El sentido común le está dando golpes en la cocorota para que reaccione, pero ya sabemos cómo es nuestro anti-héroe-. Albafika volverá pronto, ya lo verás. ¡No tienes por qué preocuparte tanto!
Gioca se muerde los labios, hasta que se convierten en una fina línea apretada. Los libera con un hondo suspiro.
-Supongo.
De repente su voz se ha vuelto ¿triste? La realidad acaba de golpearla con dureza. Para él, ella sólo ha sido una persona con la que se ha topado en un misión, un escollo en el camino, alguien que ha puesto en peligro el que cumpliera sus objetivos... Pero para ella... Para ella él es mucho más que eso. Es el hombre que la salvó en Venecia. Es el dueño de la sonrisa socarrona que ha recordado todo ese tiempo. Es, en una palabra... Manigoldo.
Manigoldo se da cuenta que algo no va bien. ¿Por qué sigue triste? Le ha dicho que el Santo de Piscis volverá. ¿Volver de dónde? Ni siquiera sabe dónde se ha metido el señorito Albita. ¿Por qué nunca está cuando toca? Ahora el problema se lo tiene que tragar él solito. Qué bien.
-Aunque... Bueno, he pensado que... Yo podría hacer de niñera hasta que Albita regrese. Total, ya lo hice una vez y no me salió tan mal -sonríe todo lo encantadoramente que puede. <<Diablos, Sage, mándame lejos de misión suicida>>-. ¿Qué opinas?
Gioca da un paso al lado, para esquivar a Manigoldo. Baja pesadamente un escalón. Luego baja igualmente el siguiente, hasta estar en el mismo que ocupa él, pero sin mirarle.
-No te preocupes... Éste... ¿Cómo se llama?... El francés. Me ha dicho que avisará a Albafika cuando regrese. Yo mientras... simplemente... esperaré en el pueblo.
Y se dispone a bajar el último escalón, de la misma forma que los anteriores.
Manigoldo da un grácil salto y se coloca de nuevo a su lado cuando ella desciende. Su tono de voz y su expresión son joviales. Es hasta simpático.
-Vamos, vamos. Ya está, no sigas así. Recuerdo que cuando te conocí eras todo sonrisas. ¿Recuerdas cuando te descubrimos espiándonos en el apartamento? ¡Albita destruyó toda la pared para sacarte de ahí!
-No te hagas el simpático ahora conmigo. Por si no te has dado cuenta, he crecido. No soy una niña. He sido perfectamente capaz de llegar aquí sola y no necesito una niñera. ¡Y mucho menos si eres tú!
-¡Eh, eh! -alza las manos, mostrándose totalmente desarmado. ¡Qué genio sigue teniendo! ¿Qué pasa? Pero si se está portando bien con ella. ¿Por qué sigue molesta?- Ya veo que has crecido. Bueno, ahora que me fijo más... -le echa un buen repaso y sí, sí que ha crecido. ¡LA PROMESA!- Ay... -Se le escapa un quejido cuando recuerda qué fue lo último que se dijeron. Ella volvería a por su máscara, y él le prometió que si ella se había convertido en una guapa jovencita...
Gioca resopla.
-Olvídalo. No entiendes nada.
Pasa junto a él para adentrarse en la casa de Cáncer y así poder salir del otro lado y dirigirse a la salida del Santuario.
-No, espera. Espeeeera -Corre tras ella. Una tontería, ¿verdad? Se puede mover a la velocidad que quiera, pero así queda todo mucho más dramático. ¿O no?-. Para, quieta, no sigas. ¡Detente!
Gioca se ha limpiado los ojos mientras bajaba, así que, cuando la alcanza, ya no parece tan a punto de llorar.
-¿Qué?
-Ya está bien, ¿no? -la rodea y se coloca delante de ella-. Estoy intentando arreglar las cosas. ¿No te has dado cuenta? ¿Ah? -vaya ridículo se ve hablando de este modo. Tal vez debería dejar que se fuera a lloriquear por ahí, a esperar a su Albafika en otro sitio.
-Arreglar ¿qué? No hay absolutamente nada que arreglar. Tú te vuelves a tus fuegos fatuos, yo me vuelvo al pueblo y nos perdemos de vista el uno al otro. ¡Todos contentos!
Manigoldo se echa hacia atrás, ceñudo. Qué carácter tiene la niña.
-¿En serio es para ponerse así? ¡Pero si estaba de broma!
-Ése es tu problema. Que todo te lo tomas a broma, como un crío egocéntrico e inmaduro que es incapaz de ver más allá de sus narices o de esa estúpida máscara tras la que te ocultas. ¡Pues bien! Sigue jugando, pero yo no voy a ser uno de los peones en tu tablero.
Manigoldo levanta el dedo y abre la boca para decir alguna otra tontería de las suyas, pero se queda así, con la boca abierta y sin emitir sonido alguno. Sí que la ha cabreado, sí. Reacciona al poco, soltando lo primero que le viene a la cabeza.
-¿Pues sabes qué te digo, niña? Que cabreada estás más guapa.
Gioca lo fulmina con la mirada.
-Vete al infierno -literalmente.
Y, sin querer esperar siquiera otra respuesta fuera de lugar, como la mayoría de las anteriores, retoma su descenso hacia Rodorio, aguantándose la rabia y la frustración hasta estar lo suficientemente lejos del italiano para que él no pueda verla llorar.
Manigoldo la sigue hasta el límite de la Casa de Cáncer con la mano en la nuca, que rasca con una ligera preocupación.
-Háh. No voy a entender nunca a esta niña no tan niña. ¡Bah! -Traza un aspaviento con su mano en la dirección de la chica, restándole mayor importancia-. Pues nada.

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