martes, 18 de septiembre de 2012

GS II. Declaración de Guerra. (III)


Sage posa su mano en el hombro de la Diosa, compungido por ese dolor que ella siente y le transmite a él. Su anciano cuerpo se estremece ante tal dolor y pesar; sabe que esto sólo ha hecho que empezar y que uno tras otro, grandes defensores de la Justicia y la Verdad, se sacrificarán para preservar la Vida.
-Sé cómo te sientes, mi niña... -susurra con suavidad y tranquilidad-. Pero debes ser fuerte. Has sido muy valiente al ocultar tu tristeza a los ojos de Shion, aunque me temo que sabe de tu pesar. Ahora es momento de ser fuerte y decidir el destino de tus Caballeros.
La muchacha llora unos minutos más. Finalmente, limpia sus ojos con los dedos y levanta su vista hacia el Patriarca.
-Sage, no podemos dejar que Poseidón salga impune de esto. Ya hemos perdido tres caballeros sólo por su mala cabeza. ¿Crees que debemos responder con todo el poder del Santuario o reservar parte de nuestras fuerzas?
Sage se permite el lujo de sonreír al pensar en lo afortunados que son su Diosa y él de disponer de tan poderosos y grandes caballeros de Atenea.
-No será necesario contraatacar con todo lo que disponemos. Debemos reservar cartas para poder defendernos de Hades, que puede aparecer en cualquier momento.
-Ojalá no tengamos que enfrentarnos a ambos dioses a la vez. No sé qué sería de nosotros si llegasen a aunar fuerzas. Confío en tu criterio Sage. ¿A quiénes debemos enviar?
-Poseidón jamás se aliará con Hades. Son enemigos acérrimos, pero... Aliados o no, sí podrían ponerse de acuerdo por capricho del destino.
-No debemos obviar ninguna posibilidad. Puede que no se soporten entre ellos, pero somos su enemigo común. Y no hay mejor amigo que el enemigo de un enemigo.
-Confío ciegamente en nuestros Santos Dorados. Shion dirigirá la ofensiva en los Reinos Submarinos, y Sísifo organizará la defensa del Santuario. Sea como sea, mi pequeña niña, es la hora de la retribución. Poseidón pagará su atrevimiento, y haremos que se arrepienta por siempre del error que ha cometido. Ninguna de las muertes dejaremos que haya sido en vano.
Atenea asiente y se levanta del trono.
-Voy a bajar a ver al Caballero del Oso y ... Y el cuerpo de Pegaso. Encárgate de organizar nuestras fuerzas con los caballeros de Oro, por favor.
-Así se hará, mi señora.

Degel estaba entre sus libros ojeando antiguos relatos, profecías y demás cuando sintió cerca el cosmos de uno de sus compañeros y hermanos del santuario, Shion de Aries había regresado de la misión que la diosa le había encomendado. Como de costumbre seguro se reuniría de inmediato con ella y con el patriarca así que se mantuvo con calma en su casa, o al menos con toda la que pudo pues sin apenas darse cuenta había acabado  con pergaminos en las manos y caminando por aquella habitación, liberó un suspiro, se acercó a la mesa y dejó sobre esta los papeles y sus gafas para luego llevarse el índice y pulgar al puente de la nariz por unos instantes. Sin pensarlo más salió al exterior de su casa quedándose allí entre las columnas esperando a que Shion bajase tras hablar con Atenea y Sage, apoyó la espalda en una de las columnas y esperó pacientemente a que apareciese por aquellas escaleras.
Shion se detiene al llegar a la casa de Acuario.
-Degel -saluda escuetamente. No tiene ánimo para más florituras-. Supongo que ya lo sospechas -se señala una de las manchas de sangre de su armadura-, pero ya es oficial. Estamos en guerra. El Patriarca quiere que nos reunamos todos los presentes en la Cámara cuanto antes. Enviemos a alguien a buscarles y subamos. Cuanto menos tiempo perdamos, mejor para todos.
Degel por fin ve aparecer a Shion, se yerge y se fija en su armadura.
-Hola Shion -tampoco es que se le pasase por la cabeza preguntar un ¿"Cómo estás?", "¿Qué ha pasado?" Sin duda aquella sangre lo dejaba claro, y para más aclaración lo terminaba de corroborar el propio caballero de Aries con sus palabras-. Entiendo, enviaré a Carina a avisarles enseguida.
¿Para que tardar más en buscar a alguien que los avisase cuando la tenía a ella disponible?
-Gracias.
Sin más cruce de palabras -no es que ninguno sea un gran conversador-, el Santo de Aries emprende el regreso a la Cámara del Patriarca, de la que ya desciende la Diosa, con paso lento y mirada triste. Un amago de sonrisa al cruzarse con los caballeros, pero empañada por la tristeza.
Degel regresa al interior donde tiene a su alumna "entretenida" haciendo traducciones de antiguos textos, le pide que deje eso por hoy, que debe ir casa por casa avisando a todos y cada uno de los caballeros de oro para que acudan a la Cámara del Patriarca cuanto antes, había trabajo que hacer. Tras ello salió de su casa en dirección a reunirse con Shion, Atenea y Sage.
Carina se puso en pie rauda y sin rechistar asintió.
-¡Si!
"Que todos los caballeros se reúnan a voz de pronto en la Cámara del Patriarca no es buena señal" pensaba la muchacha mientras que corría escaleras abajo, para ir deteniéndose casa por casa avisándolos a todos. "No ha ido bien la misión", pensó mordiéndose el labio inferior por la cara interna de este.

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