-¡Aullido
Mortal! –exclama Junkers, lanzado diversos puñetazos a la nada.
El aire
al que golpea se transforma en un filoso cuchillo de viento hacia la dura pared
de roca, que se resiente ante el impacto.
Junkers
de Lobo es el único Santo que Manigoldo aceptó en su Casa, tras largas
discusiones por parte de éste con Sage sobre sus obligaciones como Santo de
Oro, y las responsabilidades para con sus subordinados. A pesar de la forzada
aprobación de Cáncer, apenas entablan palabra alguna, y el trato por parte suya
es casi inexistente. Salvo en contadas ocasiones, en las que le informa que se
ha tomado la libertad de presentarlo voluntario a alguna misión sin su
consentimiento. De complexión delgada y altura media, Junkers destaca más por
su inteligencia y su rápida reacción que por su físico. Además, su memoria le
ayuda a recordar cómo no hacer enfadar a Manigoldo, y en ocasiones, incluso
correjirle cuando se equivoca.
-¡Necesito
hacerlo mejor! -se exige, mirándose los puños.
No es
sólo cosa de Cáncer que se considere así mismo como un Santo débil. No lo es,
ha combatido en el Coliseo y demostrado ser un oponente digno, pero cualquier
cosa es superior a él, para el arrogante Manigoldo.
Gioca
deja atrás al Caballero de Oro y se adentra en la casa que éste guarda, para
cruzarla y seguir así su camino hacia Rodorio. Cuando cree que Manigoldo ya no
puede escucharla, deja de retener las lágrimas, aunque intenta ahogar los
sollozos. Su paso es apresurado, quiere salir de allí cuanto antes, pero no
conoce aquella casa y termina adentrándose por dónde no es.
La
joven no sabe cómo, pero ha llegado a una sala grande, donde un muchacho parece
entrenarse. Intenta marcharse antes de que la vea, pero se golpea en el hombro
con el quicio y deja escapar una maldición.
-Aught.
Joder, lo que me faltaba.
-¿Eh?
¿Qué? -abrumado por la sorpresa de una presencia en la casa de Cáncer, Junkers se
voltea ágilmente hacia la intrusa. Al ver a la mujer, suspicaz se pone en
guardia. Podría tratarse de una treta de algún enemigo del Santuario. Quizá una
ilusión de algún siervo de Hades. Nadie pisa la casa de Cáncer desde hace mucho
tiempo-. ¿Qué haces aquí?
Gioca
se gira de nuevo para mirar al muchacho, tras limpiarse los ojos, aunque se
nota claramente que está llorando.
-Intento
salir de este estúpido lugar.
-Si es
un intento por confundirme, te advierto que no lo lograrás. Y muestra más
respeto hacia la Cuarta Casa –la pasión de los jóvenes caballeros de Atenea,
donde el respeto es la enseñanza primordial y la tratan de enseñar a todo el
mundo. No es que sea agresivo, pero está alerta ante cualquier posible
sorpresa-.
-No
intento confundirte, sólo quiero salir de aquí antes de que ese estúpido y
arrogante patán aparezca. Así que, si me disculpas... -hace ademán de girarse.
Está muy enfadada, o triste, es difícil precisar. Puede que ambas.
Junkers
habla tranquilo aunque sólo en apariencia. Como el Lobo que es, observa a la
posible agresora con detenimiento y fijación. También aprecia un cosmos, que
siente entristecido y dolido; no agresivo.
-Si lo
que deseas es salir, yo te acompañaré a la salida.
Gioca
suspira, derrotada.
-Te lo
agradecería. Sácame de aquí, por favor -le mira con una muda súplica en la
mirada.
-Lo
haré, tranquila -se relaja al ver que la voz y los ojos de Gioca son sinceros.
Llegando a ella, le indica que le siga con un ademán de mano. No sonríe en
ningún momento-. Acompáñame. Es fácil perderse aquí.
Gioca
le sigue en silencio, todavía sollozando.
-¿Podrías...
acompañarme hasta abajo? Sé que estoy abusando de tu amabilidad, pero... No me
gustaría tener otro encuentro desagradable -aprieta entre los dedos el bajo de
su camisa, mirando la tela arrugada entre sus dedos y hablando con un leve
hilillo de voz.
-Claro
-No lo duda ni un momento. Total, a Manigoldo le da lo mismo que esté como que
no esté si no necesita enviar un mensaje a alguna de las otras Casas o alguna
otra tontería que podría hacer él mil veces más rápido.
Gioca
le dedica una leve sonrisa.
-Muchas
gracias. Eres muy amable. Por cierto... Soy Gioca.
-Yo soy
Junkers -sólo entonces, después de presentarse, vuelve la mirada hacia atrás a
mirarla a la cara. No se detiene, y no cambia la seria actitud, pero muestra
cierto interés en un detalle-. ¿Puedo hacerte una pregunta?
Gioca
asiente. Supone que se ha ganado el derecho a preguntar, después de todo, la
está ayudando y podría acarrearle un problema con el imbécil e insensible de
Manigoldo.
-Si no
es mucha indiscreción. ¿Por qué lloras?
Gioca
suelta un largo suspiro.
-¿Sabes
esos momentos en los que te das cuenta de que eres pequeñito e invisible? Pues
acabo de tener uno de esos. Y después de haber venido desde Venecia, no lo he
encajado bien del todo.
-Lamento
oír eso. Si te sirve de consuelo, yo vivo sintiéndome así día a día -dice sin
pronunciar ni una pizca de tristeza.
Gioca
suelta una leve carcajada.
-Entonces
sabrás muy bien cómo me siento. Aunque pareces llevarlo mucho mejor que yo.
Junkers
se encoge de hombros, restándole importancia a ese hecho.
Al acabar
la pared que siguen, encuentran un arco que comunica ese pasillo con una sala
abierta. Ésta conduce ya a las escaleras que descienden hasta la Casa de
Géminis, y hacia allí continúa.
Gioca
se limpia los ojos de nuevo, con la manga.
-Muchas
gracias, de verdad. No sabes el favor que me estás haciendo, Junkers. Este
lugar es laberíntico y no tengo fuerzas para recorrerlo yo sola.
-Es
cuestión de acostumbrarse -Siempre escueto, conciso. Parece saber qué decir y
cómo decirlo en cada momento.
-Supongo
-sin añadir mucho más, sigue al caballero en el descenso hacia la casa de
Geminis. Se le hace que está mucho más lejos que cuando subía.
Junkers
no abre la boca para decir nada mientras la Gioca no lo haga. Si ella no
pregunta, él no responde; si ella no comenta, él no pregunta. Silencioso como
el reflejo de la Luna en un estanque.
Gioca
no se sentía demasiado habladora, estaba triste y tampoco quería cargar al
muchacho que acababa de conocer con sus penas, así que simplemente camina a su
lado en silencio. Un silencio roto por algún sollozo, aunque ya estaba dejando
de llorar.
-Ha
sido Manigoldo. ¿Verdad? -Irrumpe cuando el silencio se ve mermado por el
sollozo de Gioca.
-¿Tan
evidente es?
-Creo
que es el único en el Santuario que haría llorar a una mujer.
-Sí. Y
encima no he logrado ver a Albafika. El universo se conjura en mi contra.
-Bueno,
al menos tienes compañía en el descenso -bromea, con tan discreto matiz de
humor, que la sonrisa no llega a formarse en sus labios-. No se lo tengas en
cuenta. Es todo fachada.
-Oh,
no. Te aseguro que es más que fachada. No sé ni cómo no le han partido ya esa
boca que tiene.
-Porque
no pueden.
-Lástima.
Sin
darse cuenta, están atravesando la casa de Tauro, mientras continúan con la
conversación. Junkers ahí sí sonríe. Ese "lástima" también le ha
venido a él a la cabeza.
-Pero
creeme, es pura fachada. Hay dos Manigoldos.
-¿Dos
Manigoldos? Espero que no. Si al mundo ya le cuesta soportar a uno. Imagina
dos.
-Me refiero
a que tiene dos caras. La que vemos nosotros, y la que ve el Patriarca... O
incluso Albafika -No le encuentra la gracia al comentario de Gioca, pues habla
muy convencido de lo que dice.
-Es
que... como sea así de rancio con Albafika, tiene delito. Ese hombre es un
verdadero sol. Siempre se está preocupando por los demás antes que por sí
mismo.
Junkers
asiente a las palabras de Gioca, bajando hacia la primera Casa, la Casa del
Carnero.
-El
Señor Albafika es una buena persona, no entiendo cómo puede congeniar con
Manigoldo.
-Precisamente
porque es una buena persona y le aguanta todo a ese... ese... ese... Canalla.
-Cuesta
llegar a entender a Manigoldo, pero creo que a veces sólo hay que saber leer
entre líneas. Yo sé que toda su dureza y despreocupación hacia mí, es una
exponencial motivación personal para que mejore.
Gioca
arquea la ceja.
-¿Quieres
decir que el hecho de que no se preocupe por ti en realidad significa que sí
que lo hace?
Una vez
atravesada la Casa de Aries, se detiene, antes de descender la última escalera
de las Doce Casas.
-Así
es. Sé que detrás de esa sonrisa burlona hay una mueca de preocupación. Y que
bajo ese brillo de diversión en sus ojos, hay un deseo de protección. El
Maestro Sage me habló de él, y me aconsejó para poder convivir en la Casa de
Cáncer con su guardián. Además, paso demasiado tiempo con él y empiezo a
conocerle mejor de lo que a él le gustaría.
-No lo
sé. La verdad es que me imagino a Manigoldo preocupándose por nadie más que por
sí mismo. Es un egocéntrico, pretencioso, arrogante, estúpido, altan... Uy. Lo
siento. Es tu maestro después de todo.
-No te
preocupes. Es normal que pienses así, todo el mundo lo hace -Junkers echa un
vistazo a las escaleras, y se las señala con la cabeza-. Ya hemos llegado.
-Por
algo será. En fin... Muchas gracias por acompañarme, Junkers. Creo que desde
aquí podré seguir sola sin perderme demasiado. Espero verte otro día -y
haciendo gala de su carácter latino, dejó un beso en la mejilla del caballero
antes de seguir hacia la salida.
-Vaya...
-musita tras el beso, frotándose la mejilla. Levanta después la mano para
despedirse de ella-. ¡Ven a visitarme cuando quieras, Gioca!
-¡Aotchuá!
-Manigoldo estornuda sonoramente desde el tejado de su casa, donde lleva
bastante rato sentado esperando alguna señal divina de que algo divertido está
a punto de pasar-. Argh... Alguien está hablando de mí... Prfff.
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