miércoles, 17 de abril de 2013

AN V. Un cálido recibimiento en las frías nieves de Asgard.

Asgard. La remota tierra helada casi en el fin del mundo. Ante los dos caballeros de Oro se alzan los hielos como colosos del reino más septentrional de la tierra. El frío más helado es el recibimiento que para ellos tiene reservadas estas tierras perdidas y desconectadas del resto del mundo. Con Siegfried el viaje se hace algo más sencillo ya que no se pierden en ningún momento y les lleva por los caminos más directos hacia el corazón de Asgard.
Finalmente el mismo castillo que otrora había sido el escenario de cruentas batallas entre los asgardianos y los caballeros de Atenea, queda frente a los tres y los cuatro guerreros que acompañaban a Siegfried, el cual nada más llegar ante las murallas, frunce el ceño y sus ojos claros se entrecierran.
-Algo muy extraño ocurre -dijo Siegfried. 
No hay guardia en las almenas, las antorchas están apagadas y un aire glacial les llega con libertad desde el interior a través del portón abierto.
Tanto Shion como ElCid van tras Siegfried, con sus armaduras doradas a la espalda, abrigados para combatir el frío al que se enfrentan tan lejos del cálido Santuario (y luego con la armadura van con lo puesto XD). Capricornio apenas ha cruzado palabra con el guerrero divino, aunque no le ha quitado la vista de encima. Shion se ha mostrado más cercano y confiado. Se detienen ahora a su lado.
-¿Algo extraño? ¿Como qué? 
Mucha calma. Tal vez demasiada. Pero ninguno conocía la tierra de Asgard, no sabían si aquello era o no normal.
-No hay ninguna luz, Shion -respondió Siegfried-. Por no hablar de la aparente falta de guardia y que el portón estuviera abierto de par en par. Todo tan fantasmagóricamente tranquilo.
Tras inspirar más profundamente, Siegfried se adelanta sin dudar y cruza el portón directamente al patio de armas que hay detrás. Sus guerreros le siguen y nada más cruzarlo, algo deben haber visto puesto que se detienen estupefactos.
-¿Creeis que pueda haber ocurrido algo grave en vuestra ausencia? Los otros Guerreros Divinos se habrán encargado de proteger el Santuario de Odín. 
Al menos, es lo que se hace en el de Atenea. Si falta un caballero, los demás cubren su puesto. Si una casa no tiene Guardián, lo tendrá la anterior o la siguiente. ElCid sólo observa en silencio, atento a cualquier pequeño cambio que pudiese producirse, por si se trataba de una trampa. Shion es tan cándido a veces, que lo mismo no se da cuenta, piensa.
-¡Mime! -exclamó Siegfried-. No es posible... 
Al entrar tanto Shion como ElCid pueden ver lo mismo que él. Una Armadura Divina con forma de arpa de color rojo se encuentra en el patio nevado, sola... sin nada alrededor ni aparentemente signos de lucha. ¿Por qué uno de los Guerreros Divinos habría dejado su armadura ahí?
Un mal presentimiento se adueña de Siegfried que mira rápidamente a su alrededor, pero no siente ningún cosmos. Todo el castillo se encuentra en un silencio sepulcral. 
-Mime no se desprendería de su armadura...
Apretando los labios y sin querer en voz alta decir lo que su mente está pensando, se adelanta hasta quedar justo delante de la otra Armadura Divina. Estudia el entorno con fijeza, pero al igual que los caballeros de Oro no encuentra signos de lucha.
Shion está a punto de seguirle, pero ElCid le detiene, poniéndole la mano en el brazo y negando con la cabeza cuando él primero le mira. Siegfried necesita un poco de espacio ahora. Shion asiente y se mantienen a unos metros, observando alrededor, la nieve, los muros... en busca de algo que les revele qué ha pasado allí.
Hay algunas pisadas cercanas a la Armadura Divina, pero ni siquiera parecen fuertes. No parece que el Guerrero Divino estuviera luchando cuando.... le pasó lo que sea que tuviera lugar. Si es que estaba ahí cuando todo ocurrió, a veces las armaduras viajan con la última voluntad de sus dueños. Tal vez también ocurriera así con los asgardianos. Son huellas demasiado superficiales para ser de batalla. Ni en torno a la Armadura Divina ni más adelante al menos en lo que podían ver, que era muy poco, del colosal castillo tan grande como el santuario había señales de lucha. Siegfried se adelanta hasta quedar justo delante de la Armadura Divina y apoya su mano en ella con suavidad. 
-Mime, ¿qué te ha pasado...? 
Y en ese instante, a ElCid le parece escuchar un sonido mínimo, quizás una piedrecita desprendiéndose por una de las escaleras que llevan a las almenas a espaldas de los tres.
Con un cabeceo, ElCid enseña a Shion las huellas que se distinguen a unos metros de ellos. 
-Sea lo que sea, no ha pasado hace mucho tiempo. 
-No podemos saberlo, ni siquiera hay rastros de cosmos en batalla. 
-Estamos en Asgard. Aquí nieva cada poco tiempo, las huellas se habrían borrado bajo la nieve. 
Shion va a responder, pero la mano levantada de Capricornio le hace guardar silencio. Aguza el oído, ambos lo hacen, y se giran en la dirección de la que proviene.
Lo que empezó como un ruidito se convierte rápidamente en un tropel de guerreros de Asgard dispuestos a luchar. Salen los edificios aledaños al patio, por docenas. Uno tras otro y tras otro. Siegfried se vuelve rápidamente hacia ellos. 
-¿Qué es lo que ha ocurrido aquí? ¡Hablad! 
Sin embargo... 
-¡Era verdad! ¡Siegfried nos ha traicionado! ¡Está con los caballeros de Oro!
-¡Estúpidos! No tengo por qué daros explicación alguna. ¡Responded a mi pregunta! -dice el Guerrero Divino volviéndose hacia los más cercanos a él y paralizándolos con la mirada de puro respeto que le tenían, sin embargo los otros se miran entre sí.
-¡Tenemos que cumplir las órdenes! ¡Es cierto, se ha aliado con el Santuario!
Apenas aparece el primer Guerrero Divino, Shion y ElCid alzan la guardia, espalda contra espalda. Ninguno ataca. No hasta que los nórdicos lo hagan primero. A ElCid es al que más le cuesta reprimirse. 
-¿No se suponía que la idea de venir aquí era precisamente ésa? 
-Se supone. 
-¡Ah! ¿Qué habrá pasado con los caballeros que enviamos con un presente para Odín y que aún no han regresado al Santuario?
-¡¡No tenemos por qué darte ninguna explicación!! ¡TRAIDOR! 
Los guerreros de Asgard no atienden a razones. Hay demasiada tensión, demasiados flancos que cubrir. Entonces uno de ellos reúne el valor suficiente como para arrojar una lanza contra Shion desde lo alto de las almenas y eso parece que fuera la señal que lo desata todo.
Los guerreros asgardianos se lanzan en tropel contra los siete, Shion, ElCid y Siegfried además de sus cuatro guerreros que ahora mismo están más que estupefactos. 
-¡¡Habéis perdido el juicio!! -exclama Siegfried.
-¡¡A POR ELLOS!!
La situación lo requiere, así que tanto Shion como ElCid dejan caer las cajas de sus armaduras, con un estallido de cosmos que las despierta de su letargo para que cubran sus cuerpos. El brillo dorado envuelve a los caballeros, que alzan la guardia. Antes de saber qué ocurre, es mejor no matar a nadie, por si acaso, así que se limitan a defenderse, haciendo uso de su velocidad y bloqueando aquellos golpes que no pueden esquivar.
Los guerreros asgardianos os rodean y atacan aunque sus ataques no les causan el menor problema a los caballeros de Oro. Tanto Shion como ElCid se defienden sin el menor problema, deteniendo los ataques de hasta seis asgardianos cada uno. Sin embargo los guerreros que iban con Siegfried no tienen tanta suerte y son agarrados y apaleados por sus compañeros. Ante esto, el Guerrero Divino se enfurece de veras, dando rienda suelta a su cosmos.
-¡¿Cómo osáis atacar a un Guerrero Divino?! -Siegfried está visiblemente molesto.
Aún sin su armadura, reúne el poder de su cosmos en su puño en forma de centenares de rayos blancos y lo proyecta contra las masas de guerreros nórdicos haciéndolos saltar ensangrentados:
-ArRrgH!! GouaaAArrggHH!
ElCid no está muy convencido con todo lo que está pasando. Le suena todo demasiado raro. ¿No se suponía que la alianza entre ambos pueblos era algo decidido por los dioses? Shion y él procuran mantener a raya a los guerreros de Asgard sin pasarse demasiado. 
-¿Vuestra gente siempre es así de hospitalaria?
Los asgardianos siguen atacando a los caballeros de Oro, aunque incapaces de hacerles daño, les someten a una denigrante y molesta lluvia de golpes desde todas direcciones. Shion y ElCid pueden ver cómo los compañeros de Siegfried son asesinados por sus propios compañeros entre gritos de "¡traidor!". Siegfried desde luego no se está conteniendo para nada y está destrozando literalmente a los que le atacan a él.
Siegfried no está usando todo el poder de su cosmos, pero con cada ataque de sus puños salen despedidos tres o cuatro de esos bastardos que acaban tiñendo la nieve de rojo.
-¡Estos malditos! ¡No sé qué clase de clase de locura les lleva a actuar así!
-Pues tal vez deberíamos averiguarlo antes de matarlos a todos -sugiere el Carnero Blanco.
-No atenderán a razones, Shion -ElCid es el primero en saltarse los límites autoimpuestos y levanta la mano derecha para descargar Excálibur contra un grupo de atacantes que corrían hacia ellos-. Despierta, Shion. Esto no es una misión diplomática. 
Shion se aleja unos metros de Siegfried y ElCid, para poder ejecutar con más libertad el Muro de Cristal y dividir así a sus enemigos de modo que quedasen separados de los aliados a la hora de ejecutar un ataque más potente.
No, no iban a atender a razones si no habían atendido a las palabras de Siegfried, tampoco la harían ante la de los caballeros de Oro. El ataque de Excalibur destroza sangrientamente a cuatro de ellos que están justo delante de ElCid y los demás al verlo se apartan un poco. Deben quedar todavía como unos 10. Durante unos instantes el estupor se apodera de ellos y no son capaces de volverlo a atacar.
Siegfried por su parte está cada vez más enfurecido. Por el incierto destino de Mime, por la muerte de los cuatro hombres que lo acompañaban y porque se atrevan a atacarle unos asgardianos. Finalmente da rienda suelta a su cosmos, abre las manos a sus lados y se extiende en todas direcciones arrasando con todos los que van a por él, arrojándolos contra los muros del castillo y dejando únicamente los diez que están con los caballeros de Oro.
El Santo de Capricornio aprovecha ese momento para volver a atacar a otros tres. 
Shion eleva su cosmos, haciendo ondear su larga melena a su espalda:
-Revolución de Polvo Estelar -de sus manos salen multitud de impactos de cosmos dorados, dirigidos a sus atacantes, lanzándolos contra su propio Muro.
Los asgardianos salen despedidos ante los terribles ataques. Entre el fulgor de los ataques de los caballeros de Oro son masacrados y acaban a los pies de los tres caballeros. La nieve ha quedado teñida de rojo. Siegfried mira a su alrededor unos instantes y soltando el aire por entre los labios, camina entre los cadáveres. Sin decir nada, se arrodilla junto a sus compañeros y les cierra los ojos con cierta suavidad. Mientras lo hace, cerca de ElCid y Shion, uno de los asgardianos medio muerto, les mira agonizando con un hilillo de sangre saliendo de la comisura de sus labios.
-Ah..... aargh...... gugh....
Shion suspira, observando alrededor. Su muro se desintegra. Es el primero en escuchar al asgardiano y se agacha a su lado, para entender qué dice:
-¿Qué es lo que ha pasado aquí? ¿Qué significa ese ataque? 
ElCid, por su parte, no quita ojo de Siegfried de nuevo, para ver su reacción y decidir si está o no de su lado. 
-Acaba con él, Shion. No nos conviene que pueda volver a atacarnos. Aquí estamos en clara desventaja.
-Va-vais... agh... morir.... como... los anteriores... -balbucea el asgardiano.
Y con una risa horrible, presa de la agonía sus ojos se velan y en ese momento rinde completamente la cabeza en la nieve ahora rosada. Siegfried termina en ese momento de honrar a sus compañeros y se yergue observando a los diferentes nórdicos caídos y finalmente se adelanta hasta el que acaba de perecer. Le mira fríamente desde su altura, allí, tendido en el suelo y desmadejado.
Shion abrió ligeramente los ojos por la sorpresa. ¿Los anteriores? ¿Se referiría a los enviados con el regalo para Odín? Es lo más probable. Y si es así, lo pagarán con sangre. Levanta la vista hacia Siegfried y ElCid: 
-Tenemos que averiguar qué ha sido de nuestros compañeros y por qué los vuestros nos han atacado.
-Es muy probable que a los nuestros los hayan matado. Pero, si es así, no lo tendrán tan fácil contra dos caballeros de Oro.
-No conozco a estos guardias..... -levantando la mirada hacia Shion y ElCid con gesto entre serio y desconcertado. Algo muy muy extraño estaba pasando-. El castillo de Asgard es enorme... Para resolver este misterio lo antes posible, deberíamos dividirnos.
Como era de esperarse, ambos asienten. Así abarcarán más terreno. Aunque ni Shion ni ElCid conocen el terreno, pero eso no importa, son caballeros de Atenea, son hombres de recursos. 
-Bien. Yo iré por la derecha. 
-Yo por la izquierda. Nos veremos arriba.
-De acuerdo.... Siguiendo esos caminos deberíais llegar a la estatua de Odín, igual que yo -les mira alternativamente. No tenía ninguna gana de dejarles ir solos por su castillo, pero realmente hasta ahora se habían portado honorablemente. Quería confiar en ellos.
Y sin más, se separan confiando cada uno de ellos en sus habilidades. Tendrían que explorar muchas salas y jardines del castillo, tan grandes como bosques, antes de llegar a la estatua de Odín. A toda velocidad toman cada uno una dirección, de modo que se pierden pronto de vista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario