domingo, 24 de marzo de 2013

AN IV. Siegfried vs. ElCid.

Para sorpresa de ElCid, Siegfried no hace ademán de evitar su ataque. Reacciona instintivamente cruzando los brazos con los puños apretados frente a su pecho. Está loco es lo que pensaría cualquiera viendo durante ese mínimo instante cómo el brillo dorado de Excalibur avanza hacia Siegfried y lo atraviesa!
El brillo dorado sin embargo se rompe tras de él desintegrándose en un millar de bellas luces doradas. El cosmos de Siegfried, hermosamente blanco, brilla a su alrededor mientras él se yergue abandonando por un instante su guardia. 
-Como habéis dicho soy el líder de los Guerreros Divinos.... -¿Excalibur realmente no le había hecho nada? -Y os demostraré por qué -dice ominosamente señalando a Capricornio con su dedo índice-. Os arrepentiréis de haberme insultado. ¡En guardia, caballero! -Y traza un sesgo con el índice justo delante de ElCid, de modo parecido a como él ha ejecutado la técnica Excalibur, pero Siegfried lo que hace es hacer estallar su cosmos sobre el caballero de Oro en un millar de explosiones blancas, superpuestas unas a otras sobre él y a su alrededor-. ¡ESPADA DE ODÍN!!
Tanto ElCid como Shion observan con sorpresa cómo el ataque del primero no parece haberle hecho el menor daño. Al contrario, le ha atravesado para seguir en línea recta hasta la pared, a un metro de la Diosa, abriendo un agujero en la roca que deja a la vista el cielo de mediodía. Las vibraciones de todos los cosmos presentes en la habitación chocaban unas con otras, en una pugna por demostrar quién era más poderoso que los demás. El contraataque no se hace esperar y ambos santos dorados deben tomar posiciones en aquel combate. ElCid, usando su velocidad para tratar de evitar la mayoria de los golpes. Shion, pasando por encima de ellos para interponerse entre el guerrero divino y el lugar donde Sage sostenía a Atenea. Capricornio chocó contra la puerta, atravesándola y cayendo entre restos de muro en el pasillo. Cuando la nube de polvo se disipa, ya está de nuevo en pie, soltando la capa de las hombreras de su armadura y dejándola caer a su espalda, para poder moverse con libertad en el combate. Shion, por su parte, alzó ambas manos frente a él. 
-Muro de Cristal. 
Y su barrera se levanta para separar a su Diosa y al Patriarca -y a él mismo, para poder mantenerlo- de la batalla.
Siegfried sigue con la mirada a Shion, sus ojos tremendamente claros se mueven siguiendo sus movimientos, aunque él permanece quieto unos instantes. El caballero de Aries nota rápidamente que en ningún momento hace ademán de atacar a Sasha, ni siquiera se vuelve hacia ella. Una vez que sabe que el duelo es entre ElCid y él se adentra entre los escombros a toda velocidad y se impulsa saltando sobre él y descargando toda su furia en un nuevo puño rodeado de su cosmos blanco. 
-La mayoría no logran ponerse en pie tras mi espada de Odín, felicidades... aunque serán felicitaciones breves! -exclama mientras se arroja sobre él dispuesto a machacarlo contra el suelo.
El Santo de Capricornio se cubre con ambos brazos para bloquear el ataque de Siegfried. Por suerte, su armadura de oro es lo suficientemente resistente para aguantar el impacto y proteger a su portador un poco más, alargando el combate. Retrocede para poder alzar de nuevo su guardia y lanzar un nuevo ataque. Bajo la armadura, su brazo izquierdo Nota la cálida humedad de la sangre acumulándose bajo el frío metal. Su expresión varía ligeramente (de >:| a >:/) aunque no revela el daño sufrido. 
-Tampoco muchos sobreviven al filo de Excalibur. Yo también debería felicitaros.
Siegfried apoya una bota en tierra con un chasquido metálico, y se impulsa con esa misma pierna contra ElCid. Para cualquiera que estuviera mirando el combate queda claro que el Guerrero Divino no iba a perder el tiempo en discursos grandilocuentes. ElCid apenas ha tenido tiempo de armar su guardia cuando Siegfried ya está sobre él y descarga un nuevo puño directamente hacia el rostro del caballero de Oro. Con cada uno de sus golpes la cámara temblaba e iban con toda la violencia de su cosmos. 
-Probad de nuevo! Hasta ahora vuestra lengua me parece más afilada que vuestra espada!
ElCid bloquea sus ataques. Quiere volver a lanzar de nuevo a Excálibur contra Siegfried, pero no se atreve, porque tras él está Atenea y ella podría salir lastimada. Sin embargo, hay un detalle en el que repara en un instante, como una lucecita que se hubiese encendido en su mente, aportando claridad. El Muro de Cristal de Shion. Su técnica no sólo servía como defensa, sino que devolvía el ataque no sólo con la fuerza recibida, sino con la potencia del Santo de Aries. Si lanza su técnica contra él, el Muro la devolverá y, si tiene un poco de suerte, tal vez pueda atrapar a Siegfried entre la Excálibur devuelta y una nueva que lance contra él. Salta hacia atrás para evitar al Guerrero divino, alzando su brazo derecho para dejarlo caer hacia adelante, hacia él, hacia el Muro de Cristal.
Siegfried no se despega de ElCid y vuelve a arremeter contra el brillo de Excalibur con un valor que se aproxima al suicidio. Ahora está mucho más cerca que cuando usó Excalibur por primera vez, peligrosamente cerca, de modo que cuando ElCid termina su ataque el brillo de su espada impacta directamente sobre el cosmos de Siegfried, prácticamente sobre su cabeza desprotegida sin el casco. (que en ningún momento llevó) Pero una vez más lo imposible vuelve a suceder, el brillo de Excalibur se rompe en mil pedazos al contacto con el cosmos de Siegfried, estallando en decenas de hermosos brillos dorados, pero lo que es peor. Aprovechando la sorpresa y la cercanía el Guerrero Divino adelanta su zurda para tratar de sujetar la diestra de Capricornio.
Excalibur se deshace sólo sus restos llegan al Muro de Cristal de Shion. Tan débiles que ni siquiera pueden considerarse un ataque. Su idea ha fallado, pero no por ello va a rendirse. Al tener el brazo derecho sujeto, no puede usar de nuevo su afilada espada, por lo que trata de liberarse golpeando a Siegfried con una patada a media altura, hacia su cadera. El golpe de su pierna le tiene o no sin cuidado en realidad, le basta con liberar su diestra para poder atacar de nuevo, aunque, de no poder, sí que tratará de hilar golpes en la mitad inferior.
Siegfried le sujeta con una fuerza propia solamente de los héroes mitológicos. Su siniestra se cierra contra la muñeca derecha de ElCid apretando y haciendo chirriar ambas armaduras. Siegfried le mira desde muy cerca con una mirada no muy propia de un traidor ni mucho menos de alguien que tuviera dudas de su lealtad o su cosmos. De hecho, la prueba la tenía en que había resistido Excalibur por dos veces.
-¡Tu velocidad no te servirá de nada ahora, Capricornio! Ni siquiera hace por evitar la patada de ElCid. Su pierna impacta violencia contra su costado, aunque no llega a tocar su armadura, la detiene una vez más el cosmos de Siegfried, que sólo se esfuerza en mantenerle sujeto. Tras la patada que prácticamente ignora, le apunta al pecho con el índice de la diestra a toda velocidad. Su yema se ilumina y entonces descarga toda la violencia de su cosmos sobre ElCid. -¡¡¡Espada de Odín!!!
Un millar de golpes a cortísima distancia se desencadena sobre el caballero de Oro, terribles impactos de energía blanca que recuerdan, salvo en el color, al Plasma Relampagueante de Leo. Sin embargo, en ningún momento trata de alcanzar un punto vital de ElCid, aunque llevado por su furia, el ataque es brutal.
El caballero de Oro no puede oponerse a ese ataque a tan corta distancia. Aunque su velocidad le permita bloquear algunos, está en clara desventaja y ha de encajar la mayoría. Además, su brazo izquierdo, el libre, ya está roto y sangrando, aunque no lo muestre, por lo que la velocidad a la que puede moverlo es menor. Ha fallado y lo sabe. Y justo delante de su diosa. Pero no se va a rendir tan fácilmente. Es un Santo de Atenea y estará a la altura. Sin variar apenas la expresión de su rostros -salvo, si acaso, un ligero fruncimiento de ceño o una leve curvatura en la comisura de la boca-, ElCid hace estallar su cosmos, en una oleada que haría retroceder a cualquier adversario. O casi. 
-No subestimes el poder del más leal de los caballeros de Atenea. Puede que caiga ante ti, pero no lo haré antes de liberar a mi Señora.
Siegfried suelta la muñeca de ElCid ante el estallido de su cosmos, y también porque en parte su ánimo se ha apagado al haber liberado su cosmos en el ataque anterior, retrocede con el cabello completamente agitado y baja los brazos, mirando seriamente al caballero de Oro. 
-Si no queréis caer antes de liberar a tu señora, dejemos de luchar. No soy tu enemigo, caballero de Capricornio.
-Lo es cualquiera que ose levantar la mano contra Aten... -no puede acabar su frase, pues, ante sus ojos, a espaldas de Siegfried, Atenea se desvanece en brazos de Sage. 
Shion deja de mantener su defensa para coger a su Diosa de manos del Patriarca. Un brazo tras su espalda, otro bajo sus rodillas. 
-¡Mi Señora Atenea! 
-Déjala en la cama. Está agotada. Necesita descansar -el Gran Patriarca emplea su propio cosmos para frenar la acción maligna del ceñidor y permitir que Atenea recupere algo de fuerza tras haber estado toda la noche anterior, desde la cena, y toda aquella mañana, luchando por evitarlo. El Santo de Aries obedece-. Caballeros, no es momento de resolver esto a golpes. Si de verdad estais dispuesto a ayudar, Guerrero Divino de Alpha, es el momento de demostrarlo. Traed el modo de liberar a Atenea de su sufrimiento.
Siegfried se vuelve hacia ella, ladeándose cuando la ve caer en brazos de Shion y muestra una expresión clara mezcla de estupor y preocupación. Sus ojos permanecen sobre ella unos largos segundos, antes de volver la mirada hacia ElCid. 
-Tenemos que partir cuanto antes...!
Sage mira a la muchacha y, tras observarla unos segundos en medio de aquel tenso silencio que de repente se ha adueñado de la estancia, habla, sin siquiera mirar a los demás hombres presentes. 
-Shion de Aries, tú partirás con Siegfried hacia Asgard. Llévate a otros Caballeros contigo. Y volved lo antes posible. 
El Carnero Blanco asintió y se dirigió hacia ElCid y Siegfried.
-ElCid, no sabemos lo que el Patriarca puede aguantar, permanece tú aquí, junto a ellos, para proteger a Atenea.
-Ella dio su consentimiento de que fueran sólo dos, Patriarca. Espero que respetéis eso y en ese caso tendréis mi ayuda -intervino Siegfried mirándole seriamente. Tenía sentimientos encontrados, por un lado estaba a punto de llevar a dos enemigos potenciales hasta Asgard y por otro lado no quería que le pasase nada a ella. Por su expresión contrita sus pensamientos pueden casi leerse en sus ojos-. Temo que algo haya salido mal cuando se creó el Ceñidor.... ambos santuarios podrían estar en peligro.
-No enviaré más de dos caballeros de Oro fuera del Santuario. Más ahora que la vida de Atenea peligra -rebatió Sage.
-No pienso quedarme, Shion. Voy a ir contigo al norte -Capricornio no daría su brazo a torcer.
-Pero... -Shion no quería decirle "estás herido" delante de su adversario.
-Pero nada.
Se sostienen la mirada un instante. Shion puede leer en los ojos de ElCid que no sólo se trata de Atenea, sino de sí mismo. Necesita reparar su orgullo y no confía en Siegfried. No lo hará hasta que compruebe por sí mismo que realmente va a ayudar a su Diosa. Un suspiro escapa de labios de Shion, cediendo. 
-Como quieras. Partiremos al caer la noche -le daba así unas horas para curar sus heridas.
Siegfried asiente a su vez con un leve balanceo de sus cabellos castaños sobre las hombreras de su armadura.
-De acuerdo -dijo mirando a sus dos aliados... al menos momentáneamente.

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